En la noche del último viernes del mes de enero se juntaron la palabra y los recuerdos en la boca y el corazón de los amantes de la literatura. Una acogedora familia los recibió con libros abiertos y platos exquisitos. Participaron en la velada los autores y sus obras: Hans Behr Martínez, Maratón; Luzrosario Araújo , La cama mágica ; Leticia Loor , Y aún ocupa mi memoria ; Karyna Arteaga de Abad, La Librería y Las Cartas; María Fernanda Cazón Morán, Corceles de mar y tierra ; Verónica Coello, El solitario George ; María José Salazar, entre otros invitados.
La negrura de la noche se disolvía en la promesa de una vela encendida: dar luz sin dar fuego. Y así, en medio de aquel suave fulgor, iban flotando una a una las anécdotas y los pensamientos sobre los grandes hombres que hallaron en la palabra el sentido de sus vidas. Y no es solamente la palabra el legado de un escritor. Es la valentía de adentrarse en las emociones peligrosas y las experiencias turbulentas. La delicadeza suprema de medir, pulir y enlazar los trozos de diminutas letras que apartadas no significan nada o significan muy poco; y luego esas letras el escritor las ordena, según su propia música, ignorando las leyes objetivas.
Si es capaz de lograr aquella meditación interior, entonces surgen autores como Ernest Hemingway con obras como “Por quién doblan las campanas” y lugares como “Cabo Blanco” o “Finca Vigía”; preguntas como “¿Qué escribes?” o “¿Qué sentiste cuando viste a George?”; frases como “La mujer que escribe en los semáforos” o “Guayaquil es una herencia”.
Nacen también canciones, entre alegres y tristes, pero siempre vibrantes, como “El bolón de verde” o “Cangrejo criminal” de Héctor Napolitano, El viejo Napo, quien animó nuestro encuentro literario.
Pero más allá de eso, de los colores y el talento, nace el silencio. El silencio que apaga las voces para escuchar las sensaciones y los pensamientos de la gente y observar las expresiones y los gestos involuntarios. Un silencio humilde, sereno, atento; un silencio íntimo y agudo: el silencio del escritor.
Me parece excelente que al rededor de la mesa ,se establezca la tertulia porque ésta vale para motivar a la palabra y en ciertos casos, al silencio.Al compartir nuestros pensamientos ,las ideas van retomando otros significados ,según las personas.Eso motiva tanto a hablar como escribir.
El plato de Paella es delicioso del tipo que sea y cómo sinónimo para alimentar el espíritu de ideas, con mayor razón.