Expresión latina que significa “la voz del pueblo es la voz de Dios”, que algunos atribuyen a Hesíodo, el gran poeta de la Antigua Grecia del siglo VIII (a.C.), y otros al monje anglosajón del siglo VIII (d.C.), Alcwin o Alcunio de York, quien fuera consejero del emperador Carlomagno para la gran reforma educativa medieval; en todo caso esta expresión latina es usada para exaltar la sabiduría popular.
No debemos olvidar que la democracia no sólo es la participación ciudadana en elecciones cada cierto tiempo, democracia es la permanente consulta al soberano en cuanto a la toma de decisiones en temas de trascendencia, especialmente con relación al futuro del país.
Cierto es que en nuestra patria se han vivido períodos históricos difíciles y de gran confrontación, no obstante, hemos sido capaces de superarlos; el pueblo ha sido consultado de vez en cuando, pero siempre sus decisiones han sido burladas.
Es esencial la participación de los ciudadanos en las decisiones relacionados con su barrio, su parroquia, su ciudad, su provincia y su país, ésta, debe ser una constante. El estado de la civilización de un país se caracteriza por la capacidad que tenga la sociedad de crear caminos tanto institucionales como espirituales que permitan que se manifieste con naturalidad la práctica cotidiana y permanente de la democracia.
Sin duda los procesos electorales son una parte de la democracia, pero no son suficientes. La elección de autoridades en Ecuador, que se realizan normalmente cada cuatro años, constituye sólo el germen de la participación ciudadana; desgraciadamente, al no existir sistemas institucionalizados para canalizar el pensamiento y la opinión de la gente, se produce un distanciamiento entre el Estado, el individuo y la dirigencia política y como consecuencia de esto, un alejamiento y apatía ciudadana y lógicamente el desprestigio de la política y de los políticos. De este modo se favorecen procedimientos autoritarios de decisión que se toman a espaldas del pueblo y sólo benefician a los intereses del gobierno de turno. Esto ha sido, de alguna manera, una constante en nuestro país, sin embargo desde hace siete años se ha ido consolidando un modelo concentrador y la única figura como “Yo el supremo” ha sido la del Presidente Correa.
Los resultados de las elecciones del domingo expresan el verdadero rechazo al autoritarismo, al insulto, a la amenaza, a la descalificación permanente; una especie de hartazgo del pueblo frente al abuso y la prepotencia.
Ojalá que este profundo revés electoral que ha sufrido el triunfalismo del Presidente Correa y su modelo político de la llamada revolución ciudadana del Siglo XXI, sea una lección que amerite una lectura correcta y sobre todo no minimicen la voz del pueblo.