Al ver o leer las noticias del país se llega a la conclusión que estamos en una tierra de nadie. La cantidad de hechos de sangre, sean estos por sicariato, robo, secuestro, violencia familiar, son cada día mayores y la única explicación es la descomposición social que se está viviendo.
Lo que antes se decía que el Ecuador era una Isla de Paz con relación a otros países de Sur América y de algunos del mundo, quedo sólo para contarlo como anécdota, y a muchos de nuestros hijos les sonará hasta risible. Estamos cerca de compararnos con Venezuela y el Salvador, donde los crímenes están a la orden del día, algo cotidiano.
Se percibe un país polarizado, donde las diferencias sociales, políticas, deportivas, etc., ya no se discuten en forma civilizada y democrática como debería hacérselo, sino que se desembocan en grescas e insultos que se saben como empiezan pero no como terminan. La provocación se manifiesta hasta al conducir un vehiculo. Se la fomenta desde las más altas esferas y la impunidad es el plato fuerte del día a día.
Mientras el gobierno dice combatir la tenencia de armas, por las calles y carreteras deambulan individuos fuertemente armados que disparan a mansalva matando a quien ponga resistencia. Los casos de sicariato u homicidios sin que se conozca las razones, son alarmantes.
Se incauta gran cantidad de droga prácticamente todas las semanas, lo que da para pensar que la producción es local y no una vía de paso como era antes; los carteles han sentando sus bases en Ecuador. El contrabando toma cada vez más fuerza debido a las prohibiciones y controles impuestos por el gobierno.
El resultado del último proceso electoral promete ciertos cambios en la política gubernamental, se espera que sean positivos por el bien del país.