Según lo anunciado, los cambios ministeriales empezaron con la consabida reubicación. Algunos ya eran esperados; otros, como la designación del nuevo ministro de Relaciones Laborales, a más de uno sorprendieron.
No puedo ocultar que muchos de los que deambulamos por los amplios pasillos del derecho del trabajo esperábamos a una persona vinculada al mismo al frente de tan importante cartera de Estado que ha quedado debiéndole muchísimo a los trabajadores ecuatorianos.
De todas maneras, le deseo al economista Carlos Marx Carrasco una excelente gestión, y que cumpla a cabalidad la misión encomendada. Humildemente me permito varias sugerencias. En primer lugar, regresar la cartera a su nombre original (Ministerio de Trabajo). Desconozco quién ha tenido la iniciativa del cambio de denominación, optando por la de Ministerio de Relaciones Laborales, pero sospecho que no se trata de una persona vinculada al mundo laboral la que lo ha sugerido.
Las relaciones laborales son solo una pequeña parte del amplio mundo del derecho del trabajo, disciplina que cuenta con principios y procedimientos propios aceptados unánimemente alrededor del mundo, entre ellos, como lo pregona la Organización Internacional del Trabajo (OIT): promover la justicia social, los derechos humanos y laborales reconocidos a nivel internacional, la creación del trabajo decente, mejorar la protección social, fortalecer el tripartismo y el diálogo social, la erradicación del trabajo infantil y la eliminación de todas las formas de discriminación en el trabajo a la mujer. Por esa razón es que la denominación apuntada (“Relaciones Laborales”) no es la adecuada para el ministerio.
Escuché decir que una de las prioridades del flamante ministro será la redacción del nuevo Código del Trabajo (no el Código de las Relaciones Laborales). Otra vez, con humildad, aspiro a que para tan delicada misión se nombre una comisión de expertos que, seguramente, no perderán de vista que el primer objetivo que debe cumplir la norma laboral es la tutela de los trabajadores.
Comparto su ilustre criterio, el Ministerio de Relaciones Laborales tiene un nombre absurdo y debe volver a ser Ministerio del Trabajo; el Ministro debería ser un abogado laboralista, imparcial, no un político de izquierda que jamás será imparcial, debe funcionar en un solo edificio no en dos y lo peor de todo, el Ministro tiene despacho en ámbos edificios. Me parece muy grave que un economista de izquierda elabore un nuevo Código del Trabajo, seguramente politizado y no equilibrado.