21 noviembre, 2024

La mujer perfecta

Una mujer perfecta ¿quién la encontrará?
El cantar de los cantares

Hablemos de ella. Siendo el ser humano maravillosamente imperfecto, ¿Puede existir la mujer prefecta?

La perfección no está en el objeto que se mira, sino en los ojos que la observan. Los defectos oculares, que nos son bien conocidos, pueden ser corregidos con diversos tipos de lentes, pero esto sirve para la visión de lo físico, de lo tangible. ¿Y lo espiritual? Ese mundo inmenso, maravilloso, en el que somos lo que realmente somos, desprendidos de los apegos, de los egoísmos, de los dolores, de los resentimientos, donde el alma se ensalma con los lazos del amor verdadero, del amor puro, ese amor que miramos a través de un cristal empañado por nuestros caprichos, nuestros negativismos, nuestras pasiones, nuestras aberraciones, que distorsionan la belleza espiritual y nos hace ver como no perfecto lo que vemos, que agranda las imperfecciones como una lupa gigante que distorsiona la visión de lo bello que está junto a nosotros.

¿Por qué somos así? ¿Por qué nos destruimos a nosotros mismos, permitiendo que lo maravilloso se pierda por nuestro propio egoísmo? ¿Es que la humildad, esa virtud imposible de alcanzar, es tan esquiva que nos impide reflexionar y darnos cuenta de lo que estamos perdiendo? ¿A qué llamamos amor? ¿Al egoísmo? Amor es un verbo transitivo. Amor es dar, no recibir. La alegría está en la entrega, no en la recepción, y mucho más cuando hay simbiosis, cuando hay intercambio de ternura, cuando logramos vencer nuestro egoísmo, cuando aprendemos a darnos, a entregarnos sin reservas, a recibir con amor lo poco o mucho que nos brindan, sin pensar en que estoy dando, sino con la felicidad de saber que estoy dando lo más que puedo, que estoy dando todo de mí, sin reservas.

La felicidad de dar no es superada por nada. Recibir es el placer infantil. Dar es el placer maduro. La madurez está en comprender que el amor es la entrega, Recuerdo un hermoso verso de Julio Flores: “¿Veis esa vieja escuálida y horrible? / Pues oye, aunque parézcate imposible / fue la mujer más bella entre las bellas. / El clavel envidió sus labios rojos / y ante la luz de sus divinos ojos / vacilaron el sol y las estrellas. / Y hoy ¿quién puede mirarla? ¿Quién un beso, / podrá darla con tímido embeleso? / ¡Yo! Me dijo un extraño que me oía, / ¡Yo! Que por ella en la existencia lucho, / que soy feliz, cuando su voz escucho. / Esa vieja… ¡Es la hermosa madre mía!

¡Aprendamos a amar! ¡Aprendamos a dar! ¡Apreciemos la belleza interior de cada persona con la que tratamos! ¡Todo ser humano es maravilloso! Son las gafas empañadas por nuestro egoísmo, por nuestras aberraciones, por nuestros resentimientos, o por las suspicacias de nuestros corazones, las que nos hacen ver en nuestra pareja o en las personas con las que tratamos un alma distorsionada por la viga que tenemos en nuestro ojo. El día en que, como dijo Jesús miremos al mundo con ojos infantiles, pero con la madurez de adultos, empezaremos verdaderamente a amar.

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1 comentario

  1. Me parece un regio artículo. Invita a que nos manejemos con Humildad -que es lo más grande y difícil- y gracaias a ello podemos ver lo bello que existe en nuestro interior para compartirlo plenamente, cual un cristal de pureza y belleza.Y algo más… !Viva la Libertad!

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