Estamos inmersos continuamente en procesos electorales en varios países y continentes, por ello es conveniente recordar de donde procede etimológicamente la palabra “demagogia”, que tanto emplean los políticos.
Su origen es griego, “demos” pueblo y “ago” conducir al pueblo. Nace en Grecia donde los “ex presidentes” de la primera democracia del mundo y de sus partidos políticos se convertían en portavoces de los griegos con el nombre de demagogos “conductores del pueblo”.
Pronto esta palabra adquirió el sentido peyorativo actual determinando la política que halaga las pasiones de la plebe y al agitador turbulento, al embaucador del pueblo. Los demagogos tergiversan los hechos y con verdades a medias, conducen al error en favor de sus intereses.
Los demagogos son sofistas y en la historia el primer mártir que los combatió fue Sócrates.
Poncio Pilatos fue un demagogo, que a pesar de estar convencido de la inocencia de Cristo, no dudó en hacerlo azotar para “satisfacer” los bajos instintos del populacho que se había concentrado ante él, logrando así consolidarse en su puesto.
La demagogia es una constante de la naturaleza e historia de la humanidad. Los demagogos son cínicos, defienden exactamente lo contrario de lo que creen sólo para obtener ventajas.
“Si prescindimos de su estricta referencia etimológica, ceñida a una de las formas de organización política, podemos definir la demagogia como aquella actividad o conjunto de actividades que, mediante el estímulo de las pasiones más bajas del ser humano, intentan ganarse la confianza y el apoyo de éste, con el objeto de obtener algún beneficio en provecho propio o ajeno.
La finalidad de la demagogia es alcanzar unos objetivos ilícitos, burlando leyes y normas establecidas, mediante la explotación de la carencia de información correcta, necesidades, incultura, debilidades y bajas pasiones de los grupos de la sociedad.
El demagogo se basa en el “Teorema de Thomas” para alcanzar sus fines: “Si lo irreal se considera como real, son reales las consecuencias”, por lo cual, no vacila en presentar lo irrazonable como razonable, lo injusto como justo, lo falso como verdadero.
El demagogo es como un “ilusionista” que, sin base ni fundamento, con recursos ficticios, aprovecha el momento y los medios oportunos para transmitir sus mensajes e imágenes sin que el receptor se entere, hasta pasado algún tiempo, de sus trucos, mentiras y falsedades”. (Internacional de R.P.F. Lozano – Madrid).
La demagogia se maneja con mayor éxito en sociedades donde la injusticia, la corrupción, y la falta de educación son sus mayores males. Lamentablemente muchas sociedades están dentro de esas características y por ello los demagogos, mediocres, hombres y políticos, tienen mercado para su oferta.
La demagogia no tiene nada positivo y significa mayor corrupción, degradación moral, injusticia es amoral, resalta los antivalores y antihéroes. Es demagogia también aprobar un presupuesto de Estado que todos conocen de antemano que está desfinanciado. También lo es prometer obras que nunca se realizarán y cambios que tampoco se efectuarán aunque ambas acciones requieren los países. La demagogia es el cáncer que está destruyendo a muchos países.
Esto nos dice claramente de la mediocridad, la demagogia, la baja calidad y el cinismo de la gran mayoría de los políticos en algunos países.
Etimológicamente la demagogia ahora significaría “Demos”: promesas falsas, engaños y “Ago”: lo que a mí me interesa y enriquece; al pueblo, “Demos”: …tremos que los manipulamos y “Ago”: con ellos lo que quiero.
La fuerza de tu voto puede cambiar las cosas y controlar la demagogia.
JOSEPH….TE FELICITO Y HAGO CONOCER QUE ASUMO LA RESPONSABILIDAD DE DECIR QUE HAS DESCRITO PERFECTAMENTE AL PRESIDENTE DEL ECUADOR, POR FIN NACE UN «OLVIDADO» DE LOS EUFEMISMOS PARA DECIR LAS VERDADES QUE NOS AGOBIAN Y QUE DEBEMOS TENERLAS MUY EN CUENTA PARA NUESTRAS
PRÓXIMAS ELECCIONES……..