Deben ser de las preguntas más comunes hechas por los seres humanos, ¿para qué estoy aquí?, ¿qué sentido tiene la vida?
Muchas veces me pregunto lo mismo, y antes de dormir dejo la pregunta realizada en mi mente y en mí corazón confiando en que desde la profundidad de mí ser emergerá la respuesta, dada por Dios en su misericordia.
Lo cierto es que cuando me levanto, al siguiente día, no recuerdo si apareció la respuesta. Pero en mi, hay una actitud diferente y esto desde hace algún tiempo.
Me he dado cuenta que la vida es una constante oportunidad. Una renovación diaria, una evolución a pulso. Una evolución que nos compete a todos, por eso no es conveniente odiar ni desear el mal a nadie, aunque las circunstancias nos inviten a hacerlo y en más de una, con toda razón y derecho.
Al ver a los demás no los vemos en su totalidad, es como enamorarse, en el otro vemos un reflejo, los demás proyectan lo que sale de nosotros y mientras más nos encolerizamos es peor, nada nos saciará, porque la causa de nuestro descontrol está dentro.
Pongo un ejemplo práctico, me pasa con una de mis hijas, a mí me parece que es muy rebelde inclusive insolente, eso se lo comenté a mi papi, su respuesta a mí comentario me dejó pensando: ella es igual a ti me dijo, tú eras así a su edad.
La tolerancia entonces no es para hacerle bien a otros, nos hace bien a nosotros mismos, nos toleramos, nos aceptamos para así poder aceptar a los demás.
Ésta práctica no es nada fácil, requiere una disciplina mental y emocional diaria. Se requiere humildad, algo que la mayoría de la gente ha olvidado ya que estamos en el tiempo de la arrogancia, ¡y qué lástima! porque la soberbia es una especie de vicio maligno que solo causa devastación y desgaste. Vuelve al ser humano presa de la desolación.
Es primario pensar que los acontecimientos de la vida constituyen hechos separados, que una cosa es la vida pública, la vida del país, la política, la religión, la guerra, entre otras cosas, y otra nuestra vida particular. Eso es una mentira, un sin sentido. Todo es uno, todo está relacionado y debemos ser conscientes de ello.
Lo que somos en nuestro interior somos también en nuestro ámbito familiar y eso seremos en la sociedad, lo que somos proyectamos. Fingir es una estrategia absurda, la verdad del ser siempre surge, es mejor ser auténticos para parecer auténticos. La falsedad, valga la redundancia, es una mentira.
¿Y la oportunidad, cuál es esa?
La de la renovación. Todos hablamos del amor, el verdadero poder del amor es su poder transformador. Lo admitamos o no, somos un producto del amor así que nuestra meta es la transformación. Hay que vencer a los escrúpulos pero también a la anarquía emocional. Lo exagerado por exceso o por defecto no es de beneficio, hay que ir paso a paso.
Yo comento lo que admiro en los demás, en los que están tan cerca de mí, la bondad, la capacidad de perdonar, el sacrificio, la responsabilidad, la incondicionalidad. Admiro aquello de lo que carezco. Así comienza la transformación, viendo en los demás lo bueno y positivo que hay en ellos, así logramos valorar la presencia de los demás en nuestra vida. Aquí y ahora, porque mañana no sabemos.
A la cima de la vida se llega paso a paso, poniendo un pie detrás del otro. No hay que apresurar al tiempo, el tiempo es el obstáculo para alcanzar la felicidad, porque la felicidad no se alcanzará nunca, la felicidad ya está en ti, eres tú y no otra cosa, la felicidad se vive en cada respiración, es cuestión de que desees reincorporarla a tu vida.
Hay que ser observadores y permanecer conscientes, que no es lo mismo que permanecer callados, el ser humano se comunica de muchas formas. El noble silencio es el fiel amigo de la prudencia. Los prudentes llegan lejos.
Hay que vivir la vida y superar las diferencias, en eso se basa una relación sana y consciente, con tu pareja, con tu familia, con el mundo entero.
Amar es enamorarse de las diferencias, y eso nos permite vivir sana y sabiamente.
Hay que hacer con la vida lo mejor posible y la medida que usemos para los demás es la misma medida que utilicen con nosotros, en todos los aspectos.
No esperaré una vida en dónde no haya conflictos, llegaré a la cima poniendo un pie detrás de otro, aquí y ahora, aceptando los obstáculos como una oportunidad para aprender, para crecer, para ser mejor.
Nuestra Misión
1 Desde antes de la creación del mundo por parte de Dios, El ya había pensado en nosotros, en cada uno de nosotros, con nuestros nombres y apellidos, y nos asignó una misión para que fuéramos sus colaboradores en la Tierra para ayudarlo a perfeccionar el mundo en que vivimos y de esta manera ser felices y ganarnos el cielo.
No es por pura casualidad que estamos aquí. Cuando en el matrimonio, nuestros padres mediante el abrazo esponsal nos concibieron, papá depositó en mamá unos trescientos millones de espermatozoides, y sólo uno de estos fecundó el ovulo de mamá. Píenselo, uno en trescientos millones, y ese uno somos cada uno de nosotros.
Si pensamos en la lotería, esta está compuesta de cinco cifras, del 00000 al 99999; o sea que hay una en cien mil posibilidades de que salga el número ganador y nos parece casi imposible sacárnosla, cuanto más difícil una en trescientos millones.
Somos unos auténticos ganadores, no es por pura coincidencia que estamos aquí, y es nuestra obligación buscar cual es la misión a nosotros encomendada por Dios, pues el encontrarla y llevarla a cabo, es lo único que le dará sentido a nuestra vida, pues ni el dinero, ni el éxito ni la fama nos dará la felicidad.
Hay dos grandes días en la vida de una persona: el día en que nace, y el día que descubre para que. Aquello para lo que hemos nacido es aquello en lo que somos felices trabajando. Puede ser una tarea tan general como ayudar a otros a hacer algo, colaborar en el bienestar de la sociedad de alguna forma concreta, ayudar a la naturaleza y el planeta, etc., etc., pero siempre es algo para lo que tenemos las cualidades innatas y con lo que nos sentimos plenamente útiles, felices y desarrollados. Algunos descubren su misión en esta vida jóvenes, otros más tarde, otros quizás no la descubren nunca pero actuando por intuición acaban realizándola.
Para saber cuál es nuestra misión, pidámosle a Dios que nos permita conocer esa tarea que tenemos dispuesta a realizar. No presione el recibir la respuesta. Esta llegará. Usted la sentirá en su corazón. Esa voz interior, que es la voz de Dios, le dirá cuál es la misión a cumplir.
Nadie más que yo tiene esta misión que se me ha confiado; nadie Junto a mí, ni antes ni después, de tal modo que, si yo no la cumplo, nadie la puede cumplir como a mí me correspondía y tengo que decir con toda claridad y seguridad: mi vida ha sido un fracaso y quedó un gran vacío para muchos otros.
Adicionalmente, si no encontramos nuestra misión en esta vida estamos dando una tarea adicional a nuestros semejantes que tendrán que cumplir nuestra tarea para poder perfeccionar al mundo.