“El pueblo no ha perdido su libertad, se ha ganado su esclavitud”
Sentenció La Boétie en el siglo XVI.
La frase ha retornado a mi memoria donde permanece la imagen de la ilustre Manuela Cañizares y tengo la convicción que 200 años después, con firmeza y mucho coraje, se debe repetir la admonición de Manuelita Cañizares: “Hombres cobardes, nacidos para la servidumbre, ¿de qué tenéis miedo?”.
Debe resultar insoportable para Manuela Cañizares que el mismo pueblo por el que ella se jugó, haya renunciado a dar batalla al abuso, a la prepotencia y al autoritarismo.
Para Manuelita debe ser insufrible sentir en su sepulcro que la única lucha que se libra en el Ecuador del siglo XXI es por atesorar la mal habida fortuna y poder; mientras que el miedo a que descubran sus trapacerías, o sus ansias de hacerlas, ha enmudecido a casi todo el liderazgo nacional.
La casi totalidad hoy son líderes de barro, no le importa contradecir con sus actos las tesis y conceptos que por muchos años se defendieron, demostrando que hoy lo único que cuenta es el bienestar propio y el culto personal, aunque afecte el esplendor y la salud cívica de la patria.
Un salto en la historia, ubicarse aquí y ahora 200 años después, me ha estremecido al constatar la aparición de una sociedad que no sabe preservar con hidalguía los valores esenciales de la libertad.
Doscientos años después del primer grito de independencia, los ecuatorianos no hemos logrado mantener rotas las cadenas. Esas ataduras que no provienen hoy de potencia extranjera o imperio dominante alguno directamente, sino de poderosos gánsteres de turno, que con audacia y desparpajo pretenden dominar nuestra voluntad aboliendo nuestras libertades.
Mucho hemos hecho mal colectivamente para que el segundo centenario de nuestra gesta libertaria nos encuentre en un escenario tan funesto como el presente, donde el criterio discordante está proscrito.
Prevalidos de poseer el poder, hoy denigran al adversario; se zahiere y amenaza al que opina distinto al mandamás, en una frenética búsqueda por imponer una sola verdad; la verdad del que se ha apoderado de todos los poderes.
Los Héroes del 9 de Octubre están retorciéndose en sus tumbas: José Joaquín de Olmedo, General José de Villamil, José de Antepara, Capitán León de Febres Cordero y Oberto, Miguel de Letamendi, Gregorio de Escobedo y Rodríguez de Olmedo, Coronel Juan de Elizalde Lamar, Francisco María Claudio Roca y Rodríguez, General Luis Urdaneta Faria, Doctor Francisco de Marcos y Crespo, Coronel Francisco de Paula Lavayen y Muguerza, Coronel Rafael Ximena.
Hace pocos años las ofensas se lavaban en la calle a puñetazos con reglas de caballeros: “Quítate, déjalo que se levante del suelo”, “pelea limpio…” Hoy sólo escucho a vanidosos bravucones cobardes que prefieren esconderse en oficinas con aire acondicionado, mientras agitan sus bordados pañuelos haciendo obvia su pusilanimidad, tratando de taparla con el ahora nuevo uso del adjetivo “negociaciones”.
Por el mundo he ido con el orgullo de ser guayaquileño de nacimiento, obra y sangre; amo a mi ciudad, mi provincia y mi patria. Muchas jornadas de defensa he compartido con hombres y mujeres salvaguardando los derechos de Guayaquil y la República toda. Luchas justas que compartimos con otras heroicas ciudades, pueblos y caseríos.
Tomo la Bandera azul y blanco de Guayaquil, para encabezar legalmente la lucha por nuestros derechos a nombre y en favor de mi Guayaquil querido y mi patria ecuatoriana. Pongo toda mi fe en que otros conciudadanos estarán a mi lado. Mujeres y hombres que al igual que yo, deseamos libertad, trabajo, independencia, y un buen futuro para nuestros hijos.
?El pueblo no ha perdido su libertad, se ha ganado su esclavitud?, excelente frase que resumen no solo el actual momento de la patria, sino el sentido de patriotismo que se ha perdido a lo largo de las décadas, con «mandamás» de turno que se jactan de las obras que «hicieron», cuando nunca levantaron ni una piedra fuera de las cámaras publicitarias, no hemos sido gobernados por tiranos, somos gobernados por el populismo, una nueva democracia viciada donde los más celebres genios son relegados por actores de turno que no tienen ni el más mínimo conocimiento de una administración pública; Sin querer desmerecer a quienes por esfuerzo propio han llegado donde están, los verdaderos salvadores de la patria nunca surgirán hasta que exista una depuración total de la política, tan necesaria en una sociedad, y poder llamarnos de nuevo «UN PAÍS DEMOCRÁTICO»!
Un articulo para meditar y reconciliarse con la patria. Excelente recuento de la historia.
De ninguna manera podemos aparecer como castrados. A mover la casta de guayaquileños. No debemos permitir que hijos bastardos de esta tierra nos traicionen. Cuente con nuestro respaldo. Solicito su aprobación para publicar su artículo en mi muro de FB.