Se está efectuando en Brasil, la fiesta deportiva más popular del mundo: el mundial de fútbol, en el que nuestro país también participa. Esta fiesta deportiva mundialista también ha sido la oportunidad para la protesta de la gente en las calles rechazando la corrupción política, el alza en el costo del transporte popular, la deficiente educación, el alto costo de la vida. Estas masivas manifestaciones no han sido hechos aislados, convocaron a miles de ciudadanos, de personas en las calles, que han dado como resultado el bloqueo de la presidenta Dilma Rousseff, que la han afectado terriblemente en su popularidad y que pondrían en peligro su intención de reelección en el cargo.
Las protestas en Brasil no son de la oposición política: reclama la gente, los ciudadanos que objetan que se inviertan miles de millones de dólares para organizar el mundial y las olimpiadas mientras que los problemas sociales, las necesidades básicas de la gente no se atiendan como es debido. Hay insatisfacción con la intención de mostrar una sociedad brasilera prospera y exitosa mientras a los brasileros se les impone alzas que afectan su nivel de la vida.
Según se puede ver las protestan en Brasil son políticas y reivindicativas, no ideológicas ni buscan la caída de la presidenta Dilma, son contra la corrupción política, el despilfarro, el empobrecimiento de la sociedad, mientras se enriquecen pocos, se hacen ricos los políticos del gobierno y sus aliados o protegidos.
La gente en la calle desvelo el velo que el fútbol cubría: una sociedad cara, llena de bonanza y progreso pero terriblemente inequitativa e injusta. La trampa futbolera dice: viva fútbol, coma fútbol, camine fútbol, ser feliz fútbol, nos venden el sueño del fútbol como realización en la vida, suficiente para estar conformes y complacientes. La mentira del fútbol como medio de felicidad es mentira. La gente quiere tener trabajo, oportunidades de progresar, servicios públicos eficientes y baratos, mejor educación, acceso a las tecnologías, menos delincuencia e inseguridad, es decir los temas de la civilización moderna que nos dan las posibilidades de tener una mejor calidad de vida. El fútbol es un entretenimiento, un negocio muy rentable para los dirigentes, jugadores y sus gigantes sueldos, radios deportivas, revistas de deportes, por allí están los ganadores.
En el fútbol no hay filosofía ni debate ni la sociedad cambia con los triunfos deportivos, desde luego es bonito ganar, pero el fútbol es competencia y dinero, no alienta una sociedad creativa participativa ni fomenta la libertad ciudadana, ni nada de eso, es un juego poderoso por el dinero que mueve más que por la felicidad que ofrece, que es pasajera, puesto que depende de un triunfo y otro, así sucesivamente. Por lo menos en Brasil el pan y circo del fútbol se acabó. No importa quien gana la copa, eso es intrascendente, no cambia nada en el mundo que un país u otro gane, lo importante fue y es: la gente en la calle, que derriba tiranos, consigue reivindicaciones sociales importantes y sobre todo permite que la gente que nunca es escuchada sea atendida en lo que quiere.
Excelente artículo. Ud. ha descrito exactamente el sentir popular brasileño. Lula creyó que conseguiendo ese circo para el pueblo, iba a ser suficiente para entretenerlos. Eso sucede cuando los dirigentes están distanciados de los electores. Ni el fútbol ni las olimpiadas conseguirán tapar las ineficiencias, y la corrupción reinante de los chavistas del siglo XXI.