Para Manuel Negreiros Criado, directivo de la Escuela de CC. SS. de la Universidad Federico Villareal (Lima), como parte de mi aporte a una mejor comprensión de la existencia de la universidad en Latinoamérica, y mi compromiso en este foro abierto para todos…
Los comentarios y críticas sobre este tema son permanentes. Hay, al parecer, mucho interés desde las variadas perspectivas de la dinámica social. Ahora, incluso, en algunos países latinoamericanos el oficialismo gubernamental insiste en tomar su liderazgo. Hemos intervenido, con más de 40 años de docencia universitaria, pretendiendo aportar, en foros, conferencias, seminarios, libros sobre esta problemática institucional mediante Reflexiones sobre la Educación Superior, tal cual es el nombre de una de nuestras publicaciones al respecto. Aquí resumimos el tema en 3 aspectos, que creemos primordiales y que publicaremos en sucesivas entregas: Realidad y Desarrollo, Practicidad y Tecnología, Investigación y Aprendizaje.
1. Realidad y Desarrollo. No es, por supuesto, la universidad del intelectualismo esnobista y diletante. Tampoco la universidad sinónimo de “excelencia” con pretensiones de exclusividad científica. Peor aún la vinculada a la nostalgia de lo que ayer no pudo ser. La universidad que necesitamos está al margen de todas las perogrulladas idealistas. Hay para su comprensión una sola respuesta: la realidad. O sea, el acontecer social, político, económico, tecnológico, cultural, técnico, científico en donde hace residencia y desde donde tiene que, obligadamente, expresar sus contenidos… Pero ya no con criterios de proyección individualista, situación sin correspondencia actual con las condiciones socio culturales masivas.
¿Cómo así, entonces, entender que la universidad que necesitamos está concretamente vinculada o está en función de la realidad desde donde debe expresar sus contenidos? Todavía, y en buena proporción, hay quienes están convencidos que la universidad resulta de un acumulativo de aportes individuales o corporativos (administrativos, docentes y dicentes) que van sumando, cuantitativamente, posiciones a favor de unos u otros intereses. Igual, especialmente, desde el oficialismo, gubernamental o no, siempre ha sido más cómodo imitar o copiar programaciones institucionales universitarias de otras regiones, sin tener en cuenta sus contextos o las razones de sus propios objetivos. ¿Resultado? Hasta hoy una especie de Frankestein, que si bien existe se ha quedado sin caminos válidos por donde transitar… De esta manera sufrimos ahora una entidad de educación superior repleta de remiendos, parches y suturas sin capacidad de respuesta a las demandas de estos tiempos. La confrontación con el acercamiento a la realidad nos vuelve al punto de partida. Pues que solo captando que hay satisfacciones, inmediatas y mediatas, que cumplir en una población que crece sin control, en ciudades con dimensiones macro, en áreas rurales abandonadas o devastadas, propiciando hambre, enfermedades, insalubridad, ignorancia informativa y educacional, delincuencia y corrupciones por doquier, resalta lo vivo de una realidad que exige ser tomada en cuenta.
Está claro, por supuesto, que semejante exigencia invoca, antes que nada, lo concerniente al desarrollo. Desarrollo que, de cualquier forma que sea entendido, está en la obligación de responder a la solución de la problemática social a través del bienestar (superación estable de las necesidades básicas) de la comunidad en justicia, libertad y creatividad. Por supuesto, y no hay porqué asustarse, todo este proceso no es la meta de la educación superior. Pero la universidad que necesitamos lo integra, eso sí, en tanto insumo para su logro, con un ingrediente fundamental, para mejor captación y práctica operativa. Esto es, el conocimiento. ¿Cómo generar sin el conocimiento la propuesta de un desarrollo, los contenidos de su estructura y función, sus alcances proyectivos? El profesional egresado de la universidad es el llamado, en su práctica, con su formación adquirida, a cooperar en el encuentro del perfil del mejor nivel de las relaciones sociales, a través de su acervo instruccional, sea técnico, tecnológico o científico. Voluntaria o involuntariamente. ¿Cómo entender, sin embargo, esto de “formación adquirida”?
El estudiante que ingresa en una universidad tiene como objetivo lograr una profesión, organizar para sí un conjunto de normas instrumentales que le permitan, en unidad, hacer la vida, su vida. El compromiso de la universidad es ir más allá de esta querencia inmediatista. El aporte obligado de la universidad es definir, un perfil de comprensión conforme a la realidad socio cultural vigente, sin menoscabar ni perder de vista el entorno regional y mundial. Antes que nada, por supuesto, está claro, para que lo indicado suceda en coherencia, la oferta profesional universitaria debe ser idónea y pertinente a las necesidades sociales por superarse, reconocidas por diagnosis presente y proyectiva.
La Universidad ha efectuado acaso la diagnosis presente y futura de su papel en el desarrollo de la patria que todos queremos?
La revolución educativa no debe quedar solo en calificación y acreditación. leyes y reglamentos.
hay que ir a la estructura misma de su papel en el desarrollo real de nuestro pueblo.