Con los 50 años de la Revista HOGAR, vale resaltar a Rosa Amelia Alvarado Roca -su Directora Fundadora- como una de las mujeres extraordinarias del Ecuador al mundo.
Mujer de tantas facetas que brillan cual las de un diamante.
Una de ellas, como poeta de versos de amor y pasión: entre la rosa, el mar y la espuma tranquila en la arena -Dulce y también fuerte- ¿?
¡Sí! -Fuerte en su hacer cultural por esta su ciudad Guayaquil, enfrentando la más dura lucha por preservar y defender el Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana como su Presidenta; con una fuerza que agiganta su estatura, que tiene que ver con su hacer inclaudicable entre el arte y la cultura que la desarrolla intensamente en dicho centro.
Mas, hoy quiero “Desde mi trinchera” hablar de una obra literaria, escrita por ella, de gran trascendencia humana universal -razón de ser de la expresión del hombre- que se titula La palabra nuestra de cada día, magnífica composición filosófica, enciclopédica y también lírica, que como ponencia fue su estandarte para entrar en el 2010 a la Academia Ecuatoriana de la Lengua.
Obra magnífica que plasmada en un libro, sería de oro, para leerlo todo el mundo y exaltarse con cada uno de sus pensamientos; en que la autora hace de la palabra la esencia de su yo y la de todos los hombres de la tierra.
La palabra, decantada por ella, es todo un universo, desde el tierno llanto de un niño, hasta la palabra violentada o callada!!
Desde la primera a la última página de este legado literario, de línea en línea, párrafo a párrafo, son de un gran contenido significante de la palabra en todos los tiempos y distancias.
“Pruebas al canto”: tomadas de cualquier parte de sus páginas, transcribo algunas de sus líneas, repitiendo mi exhortación, a plasmar La palabra nuestra de cada día en un libro, que será de oro!!
La palabra es un vaso comunicante entre el Dios de la inocencia y el Dios de la ira… la que no permite que la humanidad muera de silencios.
Con la palabra llevamos a América a cuestas y la recorremos desde la sangre, piel adentro… esta América que no quiere ser invisible… está en el canto de Neruda y de Carrera Andrade… en la negritud de Aimé Cesaire y Antonio Preciado y en la palabra lacerada y lacerante que grita libertad, que clama justicia en el “Boletín y elegía de las mitas…”
Con la palabra puedo ver al fuego llorar… y colgarme de la pestaña de la luna…
La palabra se enluta… la palabra llora cuando un ángel pierde sus alas, cuando a un niño se le vulnera la sonrisa… ¡Cómo duele un niño triste!…
…y ¿dónde queda la palabra ante el dolor de las mujeres del silencio?… Y es que las mujeres no deben vivir detrás del muro del miedo, ni detrás de la burka… ni deben ser violentadas… ni deben ser mutiladas.
… y es que la palabra es libertad, no hay jaula que la encarcele…ni silencio que la contenga… que nadie la viole, que nadie la mancille…
¡Hay que estar vigilantes, que no sobrevengan tiempos en que se pretenda acallarla…!
Que esas palabras no pierdan su derecho al amanecer… que la libertad no conozca de miedos, ni de condicionamientos, ni haya sequía en la esperanza… porque la palabra tiene que ser liberación….
Esto y más en las páginas de La palabra nuestra de cada día escritas por esta mujer.