“Un hombre que tomaba el té con un amigo en un restaurante estaba mirando fija y detenidamente su taza. De pronto dijo con aspecto resignado: -¡Ah, mi querido amigo, la vida es como una taza de té!
El otro, tras considerarlo unos instantes, se quedó mirando fija y detenidamente su taza de té y luego preguntó: ¿por qué? ¿Por qué la vida es como una taza de té? ¿cómo voy a saberlo? Dijo, el primero. ¿Acaso soy yo un intelectual?” (T. de Mello, sj. 1:1988).
PARA TI JOVEN, qué estudias, que trabajas: ¿qué es la vida? ¿cómo es la vida? PARA TI EDUCADOR, PADRE DE FAMILIA que enseñas cosas bonitas sobre la vida, ¿cuál es tu concepción de la vida? ¿Tiene algo que decirnos la respuesta, que es otra pregunta, del personaje primero del cuento que acabamos de narrar, que no puede saber la respuesta, pues no es intelectual, no sabe teorizar sino vivir el instante?
Tener preguntas claras, que inviten a pensar y movernos a intentar descubrir una respuesta es más importante, que creer que ya se encontró las respuestas de las preguntas de la vida: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? Un joven que estudia debe tener claro para qué estudia. Un docente que enseña mucho más, debe tener claro no solo lo que enseña, sino para qué enseña. Ni uno ni otro podrá contentarse con respuestas parciales, interesadas y utilitaristas: para tener una profesión, para ganarme la vida.
Lástima, muchos lo hacen, solo si sirve para producir y por utilidad sirven los estudios. No hay espacio para la gratuidad, el amor, la belleza, la amistad incondicional. Entonces, tiene razón el autor del relato, la vida es como una taza de té, sirve para pasar el tiempo, para conversar o teorizar sobre los problemas de la humanidad. No hay razones que despierten los sentidos y motiven a ser más personas, mejores ciudadanos, responsables por la vida, el mundo, la sociedad.
Hay, como dos maneras de entender la vida, para quienes luchan por poseerla, la vida es una supervivencia. Solo se aferran a la vida, destruyendo. Pero, para quien como Jesús de Nazaret, que no tiene miedo de ir a Jerusalén al centro de poder y enfrentar las autoridades, VIVIR ES AMAR. La vida no es algo que posees, sino un don que se da y se recibe con amor. He ahí la gran paradoja cristiana. Si de veras quieres estar plenamente vivo, tienes que dar tu vida. “La valentía es un contrasentido, pues expresa un deseo intenso de vivir que adquiere la forma de estar dispuesto a morir”(G.K. Chesterton). Comprenderemos la vida, nos quiere decir esta reflexión, cuando sepamos enfrentar la muerte, como Jesús.