El padre Timothy Radcliffe OP, fue superior mundial de los padres dominicos, 1992-2001. Hoy es un gran escritor y conferencista muy preocupado de la espiritualidad del creyente en el siglo XXI. “Estaba en su cuarto escribiendo, cuando de repente entra uno de sus hermanos jóvenes y le pregunta: “Timothy, ¿Sobre qué estás escribiendo hoy?”, Le respondió: “sobre el amor”. “AUN NO DEJAS DE INSISTIR EN TEMA TAN RANCIO”. Fue la réplica de su hermano. (T. Radcliffe, OP. “Ser cristianos en el siglo XXI”, 2012, p. 84).
No sé, si es correcta la traducción del inglés al español que usa la editorial de Sal Terrae de la versión inglesa original del 2010. Lo cierto es que acudí al DRAE y me encontré que rancio significa: “Se dice del vino y de los comestibles grasientos que con el tiempo adquieren sabor y olor más fuertes, mejorándose o echándose a perder”. Una comparación extraña, pero con mucho sentido práctico, la gente que ama, sabe mejorar su vida y la de los demás, o la echa a perder y vienen los líos que no se quedan en el laberinto de las emociones sino que invaden el cuerpo, la sique, la existencia toda, como una vida centrada en uno mismo, egocentrismo, no me aman como yo creo que los amo o en una vida descentrada de uno mismo para centrarse en el otro, el prójimo, el ideal, el sentido, el valor y es una vida feliz porque sabe amar y puede proclamar que el amor es real cuando se llega a decir es maravilloso que tú existas. Cuando se pasa el muro de la yoidad, se llega al nivel de lo humano. De este modo podremos amar bien a quienes deseamos sexualmente o amistosamente, el amor es ante todo apertura al otro como es, no como yo quiero que sea. Amar significa ver al otro en su verdad.
Cuando nos enamoramos perdidamente, nos cae el primer rayo: este es el momento en que se produce mayor resplendor… y también la mayor ceguera. Nos quedamos boquiabiertos y estupefactos al comprobar que somos dos los que estamos implicados, pero también nos quedamos ciegos pensando, tal vez, que somos Dios, más que simples hijos de Dios. Aún nos queda mucho por aprender, porque como dice bellamente Barack Obama: “el amor de quien te conoce en profundidad, es un amor que sobrevive a la decepción” (Dreams from my Father, 2004, p.27).
¿Cómo nos amará Dios, que nos dio a su propio Hijo, que murió en la cruz por nosotros? Mi respuesta no es un simple heme aquí, sino es un camino que parte de la fe, se sostiene en la esperanza y termina en el amor cuando mi vida toda ha mostrado de lo que he sido capaz o no, de si he podido reconocerlo o no, en donde él dijo que está en el pobre, el huérfano, la viuda, el niño, en donde estén dos o más, en la libertad, en el caído, en la prostituta, en la adúltera, en la vida.
Cuando un doctor de la ley, un experto en la casuística de lo que es bueno o malo pregunta a Jesús cuál es el mandamiento más importante, nos pone en claro el gran peligro de las personas religiosas: el autoengaño, el centrar su vida en cosas accidentales y no en las esenciales, el vivir encerrado en sí mismo, pensando que lo importante son sus actos, el creer que lo importante es sentirse bien y no asumir riesgos, peor responsabilidades. Creer que lo importante es ser inteligente y actuar con habilidad. Naturalmente hay que respetar a todos y no perjudicar a nadie. Eso es todo. Resultado, es una sociedad instalada en el bienestar, compuestas por individuos respetables que se comportan correctamente en todos los órdenes de la vida, pero que viven encerrados en sí mismo, centrados en sí, separados de su propia alma, apartados de Dios y de sus semejantes. AMAR ES ARRIESGARSE, abrirse al otro y experimentar la aventura de morir al yo y al tú, para que nazca el nosotros. Saber amar es lo único que importa, tema tan rancio, es verdad, mientras más viejo más añejo, como dice la DRAE, con el tiempo adquieren sabor y se vuelven más fuertes, pero hay que aceptar esas grasas demás….
NB (Note bien): el 2 de noviembre celebramos el día de los difuntos, es el día de recordar a los seres que nos amaron tanto, los amamos, su pasado es presente en nuestras vida, y los amaremos pues, esperamos reunirnos con ellos en un abrazo de amor definitivo. Feliz día.