El derecho a no estar de acuerdo, a opinar según mis creencias, a decir No! a quien pretenda imponerme “su” verdad, a reunirme con otras personas, en cualquier lugar, para explicar mis criterios sobre cualquier cosa no es otorgamiento de ninguna gracia. Tampoco pertenece a las dádivas de las discreciones del poder político encumbrado como gobierno, de la ideología que fuere. Es simplemente la libertad de expresión que está conmigo desde mi nacimiento, en cuanto a ser el núcleo, el eje de las posibilidades de convertirme, como individuo, en ser social al relacionarme con los otros, desde mi identidad. Quitarle a una persona el poder expresarse con libertad o bloquearle, de una u otra forma, e impedirle decir, gritar o proyectar su opinión es disminuir su querencia de vivir en plenitud. Todas las normas, los acuerdos, las leyes que en sus contenidos insisten en semejante posición (tal cual sucede con la de comunicación en Ecuador) son nulas, ilegales, injustas y, en consecuencia, no deben ser obedecidas. ¿Por qué? Porque, sencillamente, atentan no únicamente contra las relaciones sociales del ciudadano, sino contra la propia razón de la existencia humana… Es que cuando no hay libertad de expresión no hay justicia. Pues, la justicia solo florece en un contexto de exuberancia libertaria!
Hoy van y vienen fuertes vientos de cambios… Esto, sin embargo, no debe extrañar a nadie. En el recorrido histórico de la humanidad los cambios han sido prioridad. Es que la sociedad, por la estructura de su artificio, obliga a una movilidad continua. Unas veces, en forma imperceptible y otras, con fuertes remezones. Por sentido común aceptamos y demandamos los cambios. Cambios científicos, económicos, políticos, sociales, culturales… Por supuesto en beneficio real de la sociedad. Mas no en beneficio del clientelismo eleccionario, según pretenden los autollamados “socialismo del siglo XXI” . Pero lo que nadie quiere, ni remotamente, también por sentido común, son los cambios impositivos de facto. ¿Por qué negar a que el propio pueblo, que sufre los avatares del diario vivir esté presente, con sus criterios y planteamientos, en la toma de decisiones de las cosas vitales de la comunidad? ¿Quizás el candidato de ayer ahora convertido en autoridad tiene miedo, sabiendo que no ha cumplido, que quienes lo eligieron hoy lo rechacen? No hay nada más libertario, fraternal, democrático que la consulta popular sobre los eventos importantes de la comunidad. ¿O es que al elegir un candidato para que presida un gobierno este fulano se transforma, por arte de magia y brujería, en el sabelotodo, en el nos plus ultra, en la divina pomada que cura todas las dolencias, en el único con ojos de lince capaz de ver más allá de todos? ¿Es que a este fulano, por imposición de manos extraterrestres, le llegó la verdad como a hijo preferido? No olvidemos, eso sí, que cuando alguien, con cara de tonto o de sabio dice, con sus actos, que es dueño de la verdad, es un peligro. Es un potencial victimario en busca de sus víctimas. Prohibido olvidar!
Es importante que como parte del juego político del poder, mientras los abanderados en los populismos fascistoides, tal cual sucede con Morales en Bolivia, Maduro (antes Chávez) en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Correa en Ecuador y Cristina Fernández en Argentina, aspiran a quedarse en el cargo, indefinidamente, otros que han alcanzado la presidencia, también por votación universal, están totalmente en contra. Menos mal que son pocos los que adolecen “la pasión de dominar que, en palabras de Voltaire, es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano”. Para José Mujica de Uruguay, por ejemplo, lo correcto es una democracia alternativa en sus autoridades que, incluso, dan a dicha democracia una estabilidad institucional. Valora, además, la justicia como un correctivo del delito sin que intervenga la venganza, al margen de persecuciones y rogativas de perdones públicos. Las últimas declaraciones de Santos de Colombia tienen que ver con el acortar la duración del tiempo presidencial, antes que aceptar la perpetuidad sinónimo de despotismo. Pero ojalá los aprendices de dictadores, aunque sea, tomen nota del Decreto, contra el culto a su imagen, que Luis Solís presidente electo de Costa Rica, firmó prohibiendo la exhibición de su retrato y nombre en oficinas y obras públicas. Algo válido por la responsabilidad que significa frente al camino del autoritarismo que busca reproducirse a sí mismo, como patología autista, en las pupilas de una población tan manoseada electoralmente.
Es que, ciertamente, los letreros colocados para ser observados al viajar por alguna carretera, al cruzar los puentes, en la construcción de algo que el gobierno cree de importancia, con la imagen de la autoridad pertinente, significa mucho más que polución visual, que de por sí ya es dañina. Es algo muy obsceno. Y, por supuesto, ridículo y estúpido. ¿Qué otra cosa decir cuando, además, los retratos reviven ademanes de apología cesarista? ¿O, al parecer, el diseño pretende darle valor moral al protagonista minimizado ya en su gestión real? En todo caso, todo este marketing insano atenta contra el derecho a la libertad de cada ciudadano que está obligado a ver, observar, y tener presente semejante imagen aunque no quiera, no le guste, ni le importe… Así como está prohibido pintar en los muros, los gobiernos municipales y provinciales no deberían permitir este tipo de propaganda política sinónimo de patología fascista!
Excelente grito libertario que le sale de las entrañas. Y así debería de ser para todos. Sin libertad nos transformamos en monigotes del reyezuelo de turno. Se le olvidó nombrar a Brasil. La terrorista Dilma solo está calentando el puesto para su «parceiro» Lula. Entre mamarrachos comunistas se reparten y pasan el cetro de la infamia. Que bueno que la c@ca del diablo está bajando de precio. El retardado de Maduro no podrá repartir mas plata. En cuanto a Costa Rica, ellos están a años luz de la ignorancia del resto de tercermundistas latinoamericanos. Chile seguirá de bajada en manos de la incompetente ideóloga sectaria q los preside.