25 noviembre, 2024

Más allá de una historia de perros

En recuerdo de “Killer”, que ya es parte del cosmos y a Bobby, mi actual compañero, siempre a mi lado mientras escribo, leo, camino o descanso… Mac

Hace algunos meses, de las manos de Eduardo Arroyo Laguna vino a mis manos un libro, con un título que me trajo a la memoria cierto relatos cortos leídos en mi juventud y edad adulta. Claro, resaltó de inmediato La ciudad y los perros de Vargas Llosa. Pero insistía en mí Colmillo Blanco de Jack London. Es que el libro que recibí, en esa noche limeña, bastante fría y casi lluviosa, mientras decíamos “salud!” con un vino nacional, tenía en la portada el nombre de “Historias de Perros”. ¿Su autor? El mismísimo Eduardo Arroyo Laguna. Catedrático universitario. Galardonado por concursos e instituciones de cultura. Escritor. Sociólogo y periodista. Justo, en un par de meses, a partir de este día, saldría otro de sus interesantes trabajos literarios, con otro nombre significativamente sociológico, “La mentada de madre”. Conozco ahora del éxito de su presentación y espero hacerlo parte de mis lecturas muy pronto.

¿Y las historias de perros? Definitivamente algo más allá. Mucho más… Es que estas historias al hablarnos de cada caso perruno es, en realidad y marcadamente, un llamado de atención al humano. Al explicarnos, Eduardo, el compañerismo armónico de Argos y Diana, en edad geriátrica, y en “pareja para siempre”, nos aclara que si la hembra es muy tierna y sociable el macho, “es un rebelde que mantiene a toda costa su libertad “, pues que siendo el protector está prohibido de vivir amilanado. Entre tanto, sobresale, desde otras perspectivas, la vida de Rayo, el perro que recibió un falso pedigree de “dogo tailandés “, para sobrellevar la curiosidad consumista de todo aquel que insistía en la “raza” del animal, como que si la marca es significativa para ser alguien y respetado. No queda atrás la presencia de Alph, descendiente de “pastores alemanes”, verdadero abanderado de la paz y el amor, que un día el apremio de las circunstancias hizo que persiguiera a otro perro adulto y le diera tales revolcones, que tuvo que emprender la mejor carrera de su vida. De repente, Alph, asustado por su propia impulso de una adrenalina que recién reconocía, había comprendido que no todo es entrega y mano extendida. Desgraciadamente, mantener la tranquilidad y el buen estado de ánimo hay veces es igual a una vigilia, de defensa permanente en potencial ataque.

Con Brandon, el chow chow aleonado, por su abundante melena, asimilado a un retozar continuo en la intemperie, sea frío sea calor, es otra singular vivencia. “Camina, dice Eduardo Arroyo, lentamente siendo su experiencia la clave de su filosofía”. Anciano ya, con sus 15 años caninos a cuestas, fue abandonado por sus dueños, aunque los reencontró luego de 20 kilómetros de caminata, a puro olfato. Y luego, tragedias de tragedias, recibió un feroz ataque de otro can que de repente, sin respetar su edad, soltó sus eternas ataduras a las que estaba sometido, y lo hirió gravemente. Un día, en la madrugada, enfermo también del hígado, murió. El tiempo lo venció. Pero antes había sido traicionado por quienes le prometieron calor humano a su lado. Los animales como los humanos si son prisioneros de la violencia y son criados en valores ajenos a la solidaridad, son incansables victimarios en espera diaria de sus víctimas. Bien expresa el autor “Los perros está hechos a imagen y semejanza de sus dueños”. También están Apolo, Hércules, Bracco y, en especial la perrita Chira, aunque saltarina y benevolente muy decidida. Y otros y otros que merodean, o están asilados en el parque de Nuestra Señora de la Evangelización, de Surco (Lima), rebautizado, y con mucho respeto, por Eduardo Arroyo como el Parque de los perros perdidos…, al que pertenecen en buena medida estas historias.

Estas historias de perros ha resultado, en el proceso de su lectura, una historia en vivo de los humanos… Aquí emergen la sapiencia y la estupidez, la fuerza bruta y la razón dialogal, el desinterés social y el compromiso utilitario, el calor del amor y la frialdad del odio, la felicidad de reír y la fatuidad del enojo. Es algo así como un resumen, en sus comportamientos y proyección social, de una especie, la nuestra, la humana que calificándose de superior, subsiste en el eterno miedo de despertar de su mentira, y solo atina a morderse continuamente la cola! Gracias Eduardo, por darnos chance a reflexionar…

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