A los pueblos, que aun subsistiendo en el miedo, resisten confrontando, día a día, al poder…, que día a día, los agravia.
“No hay tiranía más cruel que la que se perpetra bajo el escudo de la ley y en nombre de la justicia”.
Montesquieu
“Es una ilusión esperar que el despotismo esté del lado de las buenas causas”.
Ludwig von Mises
Aunque para algunos la tiranía y el despotismo son diferentes y estos a la vez son ajenos al autoritarismo, lo cierto es que, en la práctica, al imponer su manejo de la maquinaria política resalta, a la vista de todos, una predisposición permanente al absurdo de la arbitrariedad. Es que de cualquier forma que actúe, el poder como coacción, y con cualquier nombre, el riesgo de represión que conlleva no atina otra salida que el desprecio por la justicia… Y el desprecio por la justicia en su aplicación social solo busca justificarse a sí mismo. Como bien expresa Ludwig von Mises “es una ilusión esperar que el despotismo (la tiranía o el autoritarismo) esté de lado de las buenas causas”. Pues como bien comenta don Benito Pérez Galdós, “No hay alquimia que de esta basura haga oro puro”.
No existe autoritarismo, de una u otra índole que sea, de izquierda, de centro, de derecha, que acepte una sociedad que no sea, con exclusividad, el reflejo de su imagen o el eco de su voz… Ningún autoritarismo comprende, ante su posición social, política, cultural, nada diferente a su entender del mundo. Ninguna otra alternativa ni perspectiva distinta es válida para un sistema autoritario que subsiste, patológicamente, en una alternativa con una sola perspectiva, en la que permanece sumido en recalcitrante autismo político. Todo gobierno autoritario, en su mesianismo, es ciento por ciento jerárquico. Manda. Ordena. Castiga. Actúa sin consensos. ¿Para qué oír a terceros, si en él reside la fuente de la sabiduría, en continua entrega de verdades irrefutables? Por eso el autoritarismo no cree en ninguna democracia aunque se vale de ella para protegerse…
El carrusel de los imponderables de nuevo políticamente está girando aquí en Latinoamérica. Políticos como los presidentes de Venezuela, Nicaragua, Argentina, Bolivia, Ecuador están convencidos que sin su presencia en el gobierno sus países estarían jurídicamente perdidos y sus poblaciones caminando erráticamente sin brújula. Pretenden e insisten en vendernos la idea, mediante una publicidad repetitiva, que están refundando cada país y que como descubridores del agua tibia y de la redondez del círculo, su presencia en calidad de mandatarios no puede concluir… ¿Cómo abandonar, además, estos países y dejarlos sin guías y al no estar sus presidentes quien cuidará de tantas obras sociales, económicas, políticas, culturales que con su heroica voluntad realizaron?
En referencia a lo nuestro, aquí en Ecuador, el barco del socialismo del siglo XXI, aunque desde un comienzo balumoso, ya está haciendo aguas… El propio presidente a sabiendas que no puede cambiarse la Constitución con simples reformas legislativas, so pena de violarla, solicita a sus levanta manos de la Asamblea que lo hagan. Pues sus intenciones, para seguir salvando a la patria, es que la reforma le permita seguir siendo candidato y, claro, seguir ganando en las elecciones presidenciales (pues él no pierde, aunque ganen los otros). Ahora, mañana y siempre… EL ÚNICO, SIN EMBARGO, QUE PUEDE REFORMAR O CAMBIAR LA CONSTITUCIÓN ES EL PUEBLO Y POR CONSULTAR POPULAR. ¿Razón? Es que, tal cual expresa nuestra propia Constitución, como principio fundamental, en su Art.1 “LA SOBERANÍA RADICA EN EL PUEBLO, CUYA VOLUNTAD ES EL FUNDAMENTO DE LA AUTORIDAD…”. No hay nada más claro y concluyente. El pueblo es el soberano. El mandante, No puede ser suplantado. Por ningún motivo ni por nadie.
No existe funcionario público ni institución pública que puedan hacer las veces del pueblo en calidad de soberano. Ni siquiera el presidente. Tampoco la Asamblea Nacional. Peor la Corte Constitucional. Ésta (Art. 429) debe “controlar” el cumplimiento de la Constitución e “interpretarla” pero con el objetivo de que se cumpla, taxativamente, cada enunciado de la misma y evitar así su violación. Cualquier otro entendimiento sería, de por sí, sustituir al pueblo en su soberanía. Y semejante suceso, en la práctica, no sería otra cosa que la suspensión del estado de derecho y la intromisión, de facto, de una dictadura real. De allí la importancia de tener presente que “LA CONSTITUCIÓN (ART. 424) ES LA NORMA SUPREMA Y PREVALECE SOBRE CUALQUIER OTRA DEL ORDENAMIENTO JURÍDICO”. Siendo el pueblo, entonces, el soberano es el único en determinar qué se debe o no hacer con la Constitución. Algo que, al parecer, lo tiene sin cuidado al mandatario.
¿Cómo justificar jurídica y socialmente, la violación constitucional y convertirse en candidato indefinido? ¿O es que la vanidad que desdice de un estadista, exige, para lo superfluo de la obsesión del poder, triunfos indefinidos para seguir indefinidamente en la presidencia…? Todas las otras reformas planteadas son simples aleteos, para distraer al pueblo de la principal de convertirse en un AUTORITARIO PERPETUO. ¿Es que no hay otra persona que iguale las cualidades del presidente actual para dirigir este país, y pueda reemplazarlo al concluir su mandato? ¿Es que solo este ciudadano es el imprescindible que sabe qué hacer, cómo hacer, dónde hacer, cuándo hacer las cosas que sirven a Ecuador y a sus gentes? ¿Cuántos son los años o periodos presidenciales que cree este ciudadano que debe permanecer administrando la cosa pública nacional, según sus ideas, su voluntad, su carácter, y menospreciando a todo aquel que piense siquiera diferente a su “gran ideario político”?
Sería, bueno, muy bueno que conteste en verdad el ciudadano presidente esta pregunta, con honestidad, con franqueza, para que cada ecuatoriano pueda prepararse y saber hasta cuando calcula aguantarlo… Pero que nadie olvide que, tal cual dice Ludwig von Mises, “Es una ilusión esperar que el despotismo esté del lado de las buenas causas”
¡Excelente Artículo Caballero! No hay nada que agregar. Usted ya lo dice todo. Hay que observarlos ahora que las cartas del juego geopolítico han cambiado bruscamente, con el «deshielo» americano-cubano. Wait and See decía mi abuela.
interesante artìculo y muy amplio en su anàlisis,le solicito al articulista que escriba un artìculo sobre el autoritarismo de leòn febres cordero rivadeneira.