Este comentario fue publicado, hace 20 años, con el nombre de “El alto costo de la paz”, sobre la situación del Medio Oriente. Hoy, después de tanto tiempo, como que la insistencia en el tema es más que nunca indispensable…E incluso a nivel mundial!
¿Vivir en paz? Armonía social. Bienestar sicológico. Posibilidad creativa… Estabilidad de los caminos. Franquicia en la apertura hacia objetivos previstos. Qué‚ difícil, en cambio, conseguir la paz. Una guerra se gana o se pierde. La paz valida su existir en la permanencia. ¿De qué‚ otra forma comprender o ver sus resultados, sus frutos? Vivir en paz es una cuestión de todos. Solidaridad por consenso, en consenso, para consenso. Con el diálogo se logra la paz; por la paz el diálogo es factible. Sin negociación continua no hay paz. Una paz diaria es un dar y recibir también diariamente. Para el diálogo, la negociación, el consenso la participación colectiva es vital. Opinar, decidir, comprometerse son componentes de una paz duradera.
Pero comprometerse, antes que simplemente integrarse a algo, es saber compartir. Comprender la existencia propia desde los avatares y los problemas de la conciencia ajena. La paz no es únicamente deseo y voluntad. Es, antes que nada, construcción de un desarrollo social que permita la convivencia de bienestar, de todos para uno y de uno para todos. La paz no es el sí a la estandarización de una opinión, para evitar la discusión. Es, mas bien, el no al enfrentamiento sin el diálogo.
No hay paz, luego de una lucha, que no entrañe en su proceso de definirse heridas que curar, injurias que perdonar, recuerdos que llorar, y hasta soberbias que autoingerir… Lo importante es superar este pasado pendiente para evitar ser fuente de conflictos futuros. ¿Situación casi incomprensible? Sobre todo para el pensamiento y comportamiento antropofágicos. Querer la paz, por eso, es en el lenguaje de la filosofía oriental, comprender “el raro privilegio de haber nacido humano”.
En el mundo de hoy la paz está ausente. Apenas una que otra tentativa de su encuentro. El hambre, la enfermedad, la explotación, la miseria son realmente indicadores del egoísmo, la inhumanidad y la desesperanza. Y es lo que más hay. ¿Cómo desde este contexto elaborar la paz? ¿Puede haber paz subsistiendo en la injusticia? Ni las palabras, ni los discursos, ni los ofrecimientos políticos hacen la paz.
La paz es una actitud, una conciencia, un comportamiento en tanto el derecho a vivir de cada ser humano, y la responsabilidad que se cumpla, en plena libertad social e individual, sin condicionamientos. La paz, desde cualquier perspectiva, es una necesidad existencial para la humanidad, en tanto entidad social para la realización del hombre, del individuo en vuelo abierto de creatividad.
La no atención masiva a la desmilitarización nuclear global, la obsolescencia de los contenidos organizacionales de Naciones Unidas, el no control internacional al manejo de los mercados multinacionales, la ausencia de políticas sociales prácticas, la explotación indiscriminada de la naturaleza son grandes obstáculos a la convivencia en un ambiente de paz. Y esto pertenece en responsabilidad a todos. Países, instituciones, ciudadanos.
Negar la paz es promocionar el atropello, la incertidumbre, la irracionalidad. ¿No es acaso incentivar la enemistad convirtiéndose en enemigo de uno mismo? Por la paz hay comprensión, y en la comprensión razón humana de estar, de ser socialmente. Ahora el mundo, más que nunca, reclama esta comprensión para oxigenar sus pulmones, sus nervios, sus neuronas.
El esfuerzo por la paz en cada minuto debe ser reforzado. Los miles y miles de humanos, subsistiendo en la desesperanza de la violencia, así lo reclaman. Pese a tanto sufrimiento la felicidad y la alegría de mañana así lo exigen. Que este 2015, en realidad, y contra todo pronóstico negativo, sea un armonioso y solidario año de paz…