¿Cómo determinar a un ser humano como sujeto social, responsable de derechos y deberes, sin libertad de expresarlos? Solo sería un objeto de manipulación. Un integrante más en la zoología de la especie. Es que sin libertad a exponer sus vivencias, hombre o mujer, niño, adulto o anciano son, en verdad, prisioneros de un destino que no les pertenece. ¿Cómo adquirir y entregar valores socio culturales de efectividad y afectividad creativas a terceros, como parte de la aventura social de las relaciones en la comunidad a que cada quien pertenece, si está impuesto un bloqueo para impedirlo? Por cierto, únicamente en la interacción con los otros es posible el perdón de las fallas y el aplauso de los aciertos, algo que, al margen de todo calificativo, hace posible el encuentro de cada quien con su identidad social. Pero sin libertad de expresión toda identidad queda invalidada…
El suceso criminal contra la revista satírica “Charlie Hebdo” de Francia, activa en las primeras planas periodísticas la libertad de expresión, sindicada por los totalitarismos ideológicos como objetivo de destrucción, para consolidar la arbitrariedad del poder que ostentan. Es que más allá de la ocurrencia de los homicidios, lo que está en juego es el diseño, el modelo de crear una instancia social continua de miedo, de temor e inculcar la auto censura comunicacional que limite, en globalidad, las acciones sociales de cada quien. ¿Por qué las acciones sociales como un todo? Muy simple… ¿Para qué la libertad de reunión si nadie puede expresarse? ¿Para que la libertad de crear si pintar, esculpir, escribir tiene antes que reprimirse internamente para evitar ser castigado o la familia perseguida, o ser asesinado?
¿Por qué las creencias religiosas, los criterios filosóficos, las normativas estatales o simples formalidades de rutinas veleidosas deben prohibir las exposiciones contrarias a sus contenidos, a sus gestiones en quienes son ajenos a sus protocolos y doctrinarismos? Nada ni nadie puede, por ningún pretexto, limitar los pensamientos de terceros, evitar las manifestaciones de la oposición a lo establecido, obstaculizar las críticas de las posiciones diferentes y contrarias, inculpar por reírse de las prohibiciones … ¿Es que acaso no es relativa la existencia de los humanos, y en esta existencia relativos sus valores, sus reglamentaciones, sus pretensiones de dogmatismos eternos?
El totalitarismo ideológico y el autoritarismo dogmático, dos rostros de una misma moneda, son patologías devenidas de las excrecencias del poder, cualquiera sea su manifestación. Religiosa. Política. Social. Científica. Decir no a la libertad de expresión es anular la identidad social de cada persona convocada, por el sortilegio de la estupidez autocrática, al silencio. A sobrevivir refugiado, encarcelado en la ausencia de la palabra… Todo despotismo civil, militar, religioso, valga la pena recordarlo, conoce esta realidad y, por eso, lo primero de lo primero en todo tipo de sociedades, presuman o no de democráticas, como insaciable depredador político, descalifica la libertad como derecho natural, tal cual es, y la plantea como gracia de su bondadosa potestad. Esta situación, desgraciadamente, hoy aun existente en muchos países de Latinoamérica, África y Asia es fuente de persecuciones, juicios injustos, maltratos físicos y sicológicos, asesinatos a destajo, encarcelamientos… Millones de desplazados, exiliados de sus patrias son un ejemplo actual.
Que los autócratas sepan y que los ciudadanos no olviden que la libertad de expresión y todas las libertades que se desprenden de la misma son naturales al ser humano. Nacen con cada quien al iniciar la vida. Ninguna libertad humana es condescendencia de ningún gobernante. Ni de ninguna autoridad con credenciales terrestres o no. La promoción de los derechos sociales y del individuo en la revolución de 1789 en Francia, los declarados como vitales por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 y los establecidos en este tenor por las constituciones en casi todo el mundo, son hitos históricos recordatorios para todas las sociedades. Es que ningún estado, ningún gobernante, ninguna autoridad pueden faltar al cumplimiento de estos derechos naturales del ser humano y propios de una verdadera y global solidaridad. Y es así porque, casi siempre, el poder desvanece la memoria de quien administra, manda, ordena… Pero la libertad y con más fuerza la libertad de expresión es la esencia de cada humano en la interacción positiva de la convivencia social, desde el primer minuto de la vida. Es una autodonación maravillosa! Nadie la puede conculcar. Ni con leyes. Ni con reglamentaciones. Hay que estar siempre dispuestos a luchar contra las aberraciones del poder, que para saciarse en la corrupción de sus intereses, busca criminalizar y aherrojar las libertades…