Hace muchos años, desde la segunda postguerra mundial, en algunos libros de geografía universal, China era sinónimo de Taiwan y la República Popular China, proclamada en octubre de 1949, estaba marginada del conocimiento ordinario. Entre 400 a 600 millones de chinos, para esos días, fueron escondidos, entre las páginas de una pedagogía, ideológicamente adulterada. Chian Kai Shek, aunque perdedor en la guerra civil por el poder, contra Mao Tse Tung, era incluso reconocido como el verdadero defensor de la verdadera democracia. De cualquier forma, después de la Gran Marcha hacia la toma del poder le llegó el turno al Gran Salto Delante de 1958 a 1961, instancia socialista propicia para la industrialización del agro, mediante el quehacer colectivista, y el logro así, en justicia y libertad, de la sociedad china. Para Mao, al frente de las decisiones del partido comunista único, la clave de la transformación social era rural y la responsabilidad revolucionaria pertenecía al campesinado.
Pero la dictadura democrática del pueblo, en la que se escondía esta imposición pautada por el despotismo estatal chino, semejante a la dictadura del proletariado bolchevique, convocó a un rotundo fracaso. ¿Cifras? 20 a 30 millones de muertos por una hambruna, incapaz de ser controlada por el autoritarismo burocrático. ¿Servía de algo insistir que el colectivismo, que el control centralista del Estado, que la dirección política por un solo partido, terminarían, en la práctica, con la alienación social, efecto directo de la explotación de los individuos, al encuentro de su verdadera identidad? Mao Tse Tung, inculpado del fracaso, y prácticamente alejado del gobierno real, no dejó de insistir: “Hay que luchar y fracasar; volver a luchar para volver a fracasar, y así hasta la victoria final”. ¿Es que no importa, entonces, que cada fracaso signifique millones de gentes manipulados, políticamente, como en laboratorio zoológico? ¿Humanismo socialista?
Ironía de las ironías! 20 años después del gran desastre agro industrial, y con Deng Xiaoping en el mando de la sociedad china, llamada con eufemismo comunista, ahora con más de 1.000 millones de habitantes, entraba en el camino del capitalismo de estado. Grandes mercados…Grandes finanzas… Grandes empresas bancarias… De la ideología de la “liberación del explotado y socialmente alienado” a la apertura de la saciedad económica de una nueva élite, abanderada en la ideología de “Hagámonos ricos todos juntos”, tal cual contagiaba el slogan del presidente Deng Xiaoping. Hoy, superada la primera década del nuevo milenio, China ya sin las algazaras de la guardia roja, vive la contienda por el poder mundial… ¿Una nueva voz imperial? ¿O una acción imperial compartida? En todo caso, en Shanghái, metrópoli financiera del imperio, cada año hay reunión de los 400 mayores millonarios para brindar por su opulencia, sin ni siquiera miradas de soslayo para los millones de pobladores del campo y la periferia de las grandes ciudades, que mueren literalmente de hambre y sin auxilio de salud…
Países tercermundistas como Ecuador, confundidos a voluntad, respecto a una China socialista que jamás existió más allá de las teorías de propaganda, acuden a entregar su soberanía en perpetuidad, con deudas irracionales. ¿Dónde está la diferencia estructural o funcional de ser dependientes de China o de Estados Unidos, si ambos imperios tienen la sartén, igual sartén, por el mango, para usarla cuando les venga en gana? ¿Para qué tanta alharaca del cambio de matriz productiva si el resultado es únicamente cambio del dueño del circo? ¿O ES QUE, ACASO, EL GOBIERNO ECUATORIANO NO HUELE EL CAPITALISMO DE LOS MISMOS BILLETES CON EL MISMO COLOR, QUE CORREN LA MISMA AVENTURA DE IDÉNTICOS MERCADOS, SEA PEKÍN O WASHINGTON, CON PARECIDAS COIMAS?
Está claro, además, que el socialismo del siglo XXI, solo puede hacer gala de exuberancia politiquera, cuando hay dinero para botarlo. En cuanto la chequera toca fondo en su demanda, comienza a pedir prestado y sufrir pataletas de ahogado. A cualquier precio. De cualquier forma. Por demás está claro, y a la vista del más ciego, que “El milagro ecuatoriano”, de a tanto $ cada palabra de su contenido, no es más que una tapadera publicitaria para la ausencia de una producción nacional sostenible, ni siquiera iniciada. Y van 8 años! Miles de millones de petrodólares perdidos… Resabios autoritarios contra la libertad de expresión culpada de enemiga del régimen, ofertas de clientelismo político no cumplidas…¿Incapacidad gubernamental? Jamás!. Sería como aceptar un insulto contra la “verdad revelada”. Este gobierno nunca se equivoca. La culpa de todos los males del país es una terca oposición que insiste en el terco neoliberalismo… ¿Así de simple?
¿Qué hacer? Antes que nada marginar el pasado… Las cosas que valen están en el presente. En este presente en que, por fin, “tenemos patria”. Cientos de kilómetros de carreteras cruzan el país…¿Entonces? “Tenemos patria!”. Sabatinas permanentes con insultos al más alto nivel…¿Entonces? “Tenemos patria!”. Millones y millones de dólares de endeudamiento con el imperio chino… ¿Entonces? “Tenemos patria!”. ¿Y el condimento cultural entre un Ecuador que recién comienza la historia y una China milenaria porfiada en sus tradiciones? No hablar más inglés y aprender mandarín. Olvidarse del uso de cucharas, tenedores y cuchillos en las comidas y cambiarlos por palillos (de madera para los pobres de siempre y de oro o plata para los nuevos ricos de “corazones ardientes”), iniciar una alimentación crujiente con dieta energética de cucarachas y grillos, para olvidarse del infame pasado partidocrático… Pobre país… ¿Desorientado…? De un lado para otro. De Occidente a Oriente. ¿”Avanzamos patria”? Como esclavo en busca de otro amo, que ojalá resulte comprensivo… DE LA BANANA REPÚBLICA A LA REPÚBLICA DEL CHAULAFÁN!
Clap! Clap! Clap! Aplausos por su excelente artículo, y por ese tan acertado título. Este desgobierno de ideólogos idiotizados, nos harán pagar muy caro su terquedad y su ignorancia. Son tan insulsos que ni cuenta se dan que los chinos se ríen de ellos. Deben tenerles lástima por ser tan obtusos y no comprender ni jota en geopolítica. Los chinos jamás serán potencia. Sus cifras y balances son como las de los correistas, falsas y sin supervisión. Me recuerdan a la ex URSS, todo el mundo juraba que eran una gran potencia, el día que cayeron, vimos que todas sus cuentas eran maquilladas. Los chinos tendrán que seguir aprendiendo inglés, al igual que todos los deslumbrados y acomplejados ecuatorianos. ¡Qué mandarín ni que ocho cuartos!