22 noviembre, 2024

Como ha pasado el tiempo

No es que me sienta viejo, al menos de espíritu trato de no serlo, pero de un día para otro se te presenta tu hijo y te dice Papi, este fue mi último examen del colegio y recién ahí te vas cuenta de todo el tiempo que ha pasado, y aunque no lo creas ese retoño tuyo, ya se ha convertido en un próximo bachiller de la República.

Hace sólo unos pocos días, nos felicitábamos con mis compañeros de promoción, ya que cumplimos 25 años de graduados, con la casualidad y con un premio adicional que también se convertirá en el primer año de graduado de mi hijo.

Mirar atrás ya no vale la pena, el tiempo pasó y lamentablemente no volverá, siento que como padre, he cumplido hasta donde mis posibilidades me lo han permitido, quizás estar más tiempo con mi familia sería una de la tareas que debo realizar con más acuciosidad, pero contento porque el fruto que se ha desarrollado, es a mi parecer un buen joven, con las metas claras y con la convicción que es más importante el servir que servirse, el dar que recibir, el ser y no parecer.

Dar buenos ejemplos en los tiempos actuales no ha sido tarea fácil, hay que llenarse de humildad y paciencia, como me repetía un gran amigo, para no tirar por la borda todo lo que uno ha tratado de construir durante el largo y duro trajinar de nuestra vida, pero ver a esa persona, que quizás ayer estuvo en tu regazo cuando era un recién nacido convertirse en un hombre de bien, es la mejor paga que Dios nos puede dar.

Le espera un camino duro, nuestra situación como país no es de la mejores, los escenarios que se están presentando, cada vez son más turbios, pero tengo la seguridad que él sabrá tomar las mejores decisiones y siempre buscará más que su beneficio, el bien común.

Por eso me siento satisfecho, por eso no me siento viejo, por eso más que todo, me embarga una nostalgia de tener que aceptar que esa ave en la que se ha convertido, próximamente buscará nuevos aires y nuevos vientos para volar, el síndrome del nido vacío, nos golpea a todos los padres, pero esa es una ley natural de la vida y debemos respetarla y asumirla, aunque por dentro nos parta el alma.

Son palabras que quería compartirlas con ustedes queridos lectores, cuando miramos atrás recién nos damos cuenta COMO HA PASADO EL TIEMPO.

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¿Qué pasó con las autonomías?

El concepto de las llamadas autonomías surge en la Constitución de España de 1978. Fue César Coronel Jones, un prestigioso catedrático de la U. Católica de Guayaquil quien comienza a difundirlo en su cátedra. Es un término intermedio entre el federalismo y el estatismo atosigante implementado por el Generalísimo Franco allá en el Madrid absolutista. Quienes comprendimos la idea comenzamos a usar esa mágica atracción que el término autonomías ejerce en Guayaquil en reemplazo de esos verbos indefinidos como lo son “descentralizar y desconcentrar” que resultan vacuos y puramente burocráticos. Se evitaba así evocar la palabra separatista que está implícita en aquella frase impresa en el escudo de la ciudad que dice “Guayaquil Independiente”. Ya era tarde para eso que se le fue de las manos a J.J. Olmedo porque, siendo poeta, no supo manejar las armas.

Fue el matemático Juan José Illingworth –cuando estuvo a cargo del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEN) durante el gobierno de Sixto Durán-Ballén– quien destapa y publica cifras estadísticas respecto a la realidad del país en el Censo de 1.990. Ahí quedó gráficamente demostrado la inequidad regional. Esos indicadores eran: agua potable y aguas servidas, energía eléctrica, teléfono, escolaridad, camas hospitalarias. Se elaboran mapas de pobreza que destapan la cloaca y logran que la palabra “autonomías” prenda con fuerza incontenible por la indignación en Guayas.

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