Hace poco en una clase nos invitó mi profesor a sumergirnos en el mundo de la poesía, específicamente en aquellos hacendosos versos japoneses: el haikú. Éste es un poema muy breve, compuesto por diecisiete sílabas distribuidas en tres versos: 5, 7 y 5 sílabas respectivamente. Tradicionalmente, contiene elementos que hacen alusión a la naturaleza y las estaciones del año. Se caracteriza por la sutileza y la austeridad de matizar lo complejo en pocas palabras. Captura el instante y las sensaciones de la realidad inmediata.
Mediante la composición del haikú se pretende alcanzar la disciplina espiritual. Lo interesante es que esta forma de poesía obliga al lector a profundizar en aquello que el poeta no mencionó. Es decir, lo impulsa a leer entre líneas en la búsqueda de un sentido encubierto; es una puerta hacia lo sagrado.
Aceptando la propuesta de mi profesor, decidí experimentar con la novedad. Mis intentos de haikú no cumplen con la estructura tradicional, pero responden a mis sensaciones más íntimas. Comparto con ustedes algunos de ellos y los invito también a componer sus propios versos.
Fuego vivo que
Irrumpes en mi quietud
Quédate conmigo
Eres mar tibio
Emerges azulado
Y me mareo
El agua cae
Bañando mis pies secos
Todavía con sed
Soledad mía
Música de ayer
¿Me escuchas?
Cierro los ojos
Y veo los colores
Que hoy me faltan
Excelente…siga adelante. No podemos permitir vivir en una sociedad de poetas muertos.