El amor en la educación no es un mero sentimiento de ternura por los niños/niñas, jóvenes que hoy son nuestra responsabilidad de transmitir conocimiento y saberes y de construir con ellos la verdad para alcanzarla y vivirla. El AMOR EN EDUCACION es la metodología que nos hace capaces de exigir a los chicos que saquen todo su potencial y porque los amamos exigimos que den lo mejor, ayudamos a que vean más allá de sus narices y entorno y comprendan la gran misión que tenemos de cuidar y embellecer nuestro planeta, de aportar a soluciones concretas para solucionar los problemas de la humanidad. Ser Ciudadanos del Mundo y sentir la trascendencia de nuestro espíritu que vuela hacia la casa del Padre es ser creyente y cristiano. Educamos para responder al amor de Dios reconociendo ese amor. El amor es reciprocidad. Y esta reciprocidad nos llevará a esforzarnos en dar lo mejor, en compartir sabiduría, ternura y ciencia.
Es vital en el trabajo educativo no solo tener la metodología del amor responsable, sino tener claridad en los objetivos de la educación y desde allí armar los currículos, construir nuestras planificaciones. No olvidar nunca que el objetivo de toda actividad docente es la transmisión de la verdad y la capacitación del hombre para hacer el bien. Buscar y transmitir la verdad y contribuir a la capacitación de hacer el bien son dos ruedas del vehículo que conducen al hombre a la humanización, y por lo tanto su propia realización y al logro de su destino.
Hacer el bien implica transformar el mundo, cuyo dominio ha sido entregado por Dios al hombre (Gen 1: 26-29) para que lo ponga al servicio de su propia realización. Son tareas que debemos realizar en nuestro trabajo educativo; forjar un hombre cabal, que busca la verdad y un hombre realizado, que disfruta de los bienes de la creación y los cuida. Es un proyecto individual y colectivo, que no está concluido. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Gen 1:26), pero no lo dejó concluido. Al revés el hombre está destinado por Dios a reproducir la imagen de su Hijo (Rom 8:29). Buscar la verdad y hacer el bien es otro modo de expresar lo que significa reproducir la imagen del Señor (José Ramón Bustos SJ, 2014).
Estos objetivos de nuestra tarea educativa se concreta en el día a día si tenemos claro que ese hombre/mujer cabal y hombre/mujer realizado que debemos ayudar a forjar será posible si nuestros chicos y nosotros vivimos dos valores fundamentales de nuestra sociedad moderna que nos hace humanos, cabales y realizados: LA AUTONOMIA Y LA SOLIDARIDAD. Ser autónomo es ser libre, es saber buscar por sí mismo la verdad. Y ser solidario es hacer el bien que nos hace realizados, hermanos, responsables y coherentes.
Tales fines y objetivos son ideales que se parecen a los navíos. Al mirar un navío en el puerto sabemos que está allí preparándose, abasteciéndose y alistándose para ser lanzado al mar, cumpliendo el destino para el cual fue creado, yendo al encuentro de sus propias aventuras y riesgos. Así son nuestros chicos: hijos/alumnos. Tienen a sus padres y educadores, puerto seguro, hasta que se tornan independientes. Los hijos/alumnos nacieron para surcar los mares de la vida. Los preparamos para navegar mar adentro y encontrar su propio lugar, con la certeza que deberán ser, en otro tiempo, un puerto para otros seres.
Los hijos/alumnos deben partir cuando sea el momento, cuando sean competentes, conscientes y compasivos en busca de sus propias aventuras y conquistas, en busca de la felicidad. Pero la felicidad consiste en tener un ideal por el que luchar y la certeza de estar dando los pasos firmes en el camino de ese logro. ¡Cuán difícil es soltar las amarras y dejar partir el navío!…Sin embargo, el regalo de amor más grande que puede dar un padre, un docente es forjar en la autonomía solidaria.