Las creencias del gran señor. Mira al cielo y enseguida se creyó dueño de las estrellas y soles existentes, se redactó un acta de propietario y se convirtió en el único dueño.
Luego vio la tierra llena de colinas y volcanes y se declaró único propietario y amo; y así fue.
Observó el mar y los océanos y se posesiono de ellos también y complacido como estaba de sus propiedades, pidió que le sirvieran de todos los mariscos existentes y se cumplió su deseo, al único señor dueño de lo conocido en todos los rincones de la tierra.
Le sirvieron focas y tiburones de las islas encantadas, moluscos y camarones de los glaciares, además de corvinas y caviares de la mesa de Neptuno.
Entonces comió de todo lo que le ofrecían, hasta que de tantas ricuras y riquezas que devoraba, comenzó a explotarle la uña de su pie izquierdo, luego le estalló desde la pierna hasta el sexo y la cadera, a continuación le reventó el tronco, corazón, la bilis y hasta la bilirrubina, finalmente le explotó la cabeza, las ideas, el pensamiento, todas sus comparaciones, el ego, la lengua y el pelo que estaba recién pintado de dorado y engominado.
Explosionó todo en él y se disolvió en miles de pedacitos; sólo quedaron sus títulos de propiedad que se los disputan políticos, cartománticos y estrellas de cine.
La irreversible paranoia del poder que afecta al gran señor afortunadamente no es para siempre. Es la esperanza de los ecuatorianos