Con la herencia de casi 15 años de desgobierno chavista, burdo griterío populista, igual de los tantos y tantos ya vividos en esta Latinoamérica, nada hay que salve a Venezuela de una caída libre incontenible… El tiempo corre, y muy aprisa, en contra de Nicolás Maduro. Vestido siempre con efectivismo circense, arropado con la bandera nacional, al estilo de vestimenta charro, como capa mágica de protección no atina, el pobre, a nada. Hasta ahora solo ha conseguido impulsar, y con mucho fervor, su suicidio político y, en su megalomanía, el desastre de Venezuela…
A la escasez de alimentos, de fármacos, de ropa, de papel higiénico y jabón insiste, únicamente, con la inculpación al imperialismo. Otra vez en la fiesta del deportismo extremo, el viejo eslogan reciclado de los manuales de los ismos socialistas, cosificados hace más de un siglo… Pero también la falta de dólares, la inflación descabellada de más de 70%, el precio del petróleo por los suelos, la canasta básica que no alcanza para una alimentación diaria normal, la falta de capacidad industrial del país que tiene perdido el norte de la producción, la ausencia de seguridad legal y social, todo esto y más, es culpa temeraria del imperialismo. ¿Entonces para que sirve el presidente Nicolás Maduro, un parlamento subyugado a su favor, una Corte de justicia que comete injusticias para sostenerlo en el poder, si, como dice el sucesor chavista, todo hace, impulsa y promueve el imperialismo?
Sin embargo, el presidente Maduro, desde que tomó el poder, ha querido aportar a la vida social y política venezolana con algo propio. ¿Negarlo? De ninguna manera. Mediante un golpe a su favor en las urnas (abril 2013), se alzó con la presidencia, para que se cumpla la profecía chavista que lo declaraba sucesor. Desde este instante el eje de su administración consiste en pronosticar, cada triquitraque, golpes de estado en su contra. ¿Quién los prepara? La derecha internacional de acuerdo con “los mal nacidos” del país que están en la oposición. Claro que, ante semejante situación, el presidente Maduro ordena perseguir, por si acaso, a todos quienes no están de acuerdo con sus traumas sicóticos, calificados por él y sus seguidores de ideología política. Con “la ley en la mano”, tal cual vocifera, obliga a los jueces a que arresten a los opositores, les prueben las faltas antipatria y los condenen… Pues el único lugar que en Venezuela tiene la oposición es la cárcel.
¿Y el diálogo, el derecho a pensar diferente, y la libertad de expresión? No! Quien pretenda hablar con ideas propias solo puede hacerlo a sí mismo en algún calabozo. Y si sale a decirlas en las calles no tiene más que soportar perdigones, balas, gas lacrimógeno, garrotes y agua de los carros antimotines y, claro, miles y miles de policías, defendiendo la democracia (¿?), a cualquier costo… Mas aun, desde enero de este 2015, Nicolás Maduro ordenó, mediante decreto, con la mayor irresponsabilidad, para detener las manifestaciones antigubernamentales, “EL USO DE ARMAS DE FUEGO Y TODA ARMA POTENCIALMENTE MORTAL”, contrario a la constitución que prohíbe, en su artículo 68, semejante acción. ¿De qué otra forma hacer entender a estos fascistas que este gobierno, dirigido por Nicolás Maduro, no solo representa la democracia sino que, verdad de verdades, es la democracia pura y transparente? O sea, por fin en vivo, el socialismo del siglo XXI, sinónimo ideológico para Maduro de poseer el derecho a matar, literalmente, a todo opositor. ¿Qué opinan los otros países de Latinoamérica borregos del socialismo del siglo XXI, sacado del sombrero de algún mago mentalmente deteriorado?
Una reflexión… Democracia no es solo ir a las urnas y elegir de presidente a cualquier vivaracho del barrio… Tampoco es pretender quedarse, una vez elegido, para siempre en el poder, incluso violando la constitución que rige a un país… Pero, en cambio, sí es cumplir con aumentar la capacidad productiva, evitando la informalidad y la migración obligada por hambre. Implica, por definición, toda democracia el respeto, al máximo y en prioridad, de los derechos sociales e individuales de las personas. Con especial atención del bienestar social que significa en la práctica, al menos, seguridad, ocupación laboral estable, dieta alimentaria idónea, educación y salud permanentes. Todo, eso sí, en un alto y sostenido nivel de igualdad en un contexto pleno de justicia y libertad… ¿Existe tal situación en Venezuela? El pedido de renuncia a Maduro en “un acuerdo nacional hacia la transición”, evitando la profundización de la crisis, con la posibilidad de muchos muertos inocentes, es política y democráticamente válido, y desde ninguna perspectiva, golpe de estado… ¿Hay que esperar, (cuánto más) sin embargo, aun a costa de tantas víctimas y tanta degradación social, que Maduro entienda que de cualquier forma tiene que dejar el poder, por su incapacidad y autoritarismo dictatorial?