La vida ha sido muy generosa conmigo. Desde que era pequeño recibí reconocimientos por lo que hacía. Me han otorgado muchos galardones. He tenido la inmerecida suerte de recibir condecoraciones nacionales, internacionales, académicas, sociales, deportivas, gremiales y otras de diversa naturaleza. Las mismas traducen la buena intención, reflexión y el reconocimiento de quiénes las entregan.
Para mí son una responsabilidad adquirida que obliga a la reciprocidad y la gratitud que le debo quienes tan generosamente me las otorgaron. Cada una de ellas me trajo consigo la obligación para continuar con la misma conducta frente a quiénes generosamente decidieron otorgármelas.
Los galardones públicos tienen que ver con la vanidad. Es grato saber que aquello que uno hace le parece bueno a alguien y que mejor forma de saberlo que siendo reconocido por quienes así lo creen.
Desde ese punto de vista; no puedo quejarme. He recibido galardones que nunca hubiera podido imaginar. En su momento, cada una de ellas me brindó la oportunidad de evaluarme a mí mismo para saber si el camino que había recorrido era el correcto.
Sin embargo; hace pocos días recibí la condecoración más importante de mi vida. Mi hijo mayor que es mi nieto, había llegado de los <span class=»caps»>EEUU</span> y tenía que renovar su pasaporte.
Eran como las once de la mañana cuando recibí una llamada suya para que lo ayude.
Le dije que por supuesto lo haría y vino a mi oficina.
Se sentó frente a mí y sonrió.
Sabes Cocón; (Así me dicen mis nietos de cariño) cada día me parezco más a ti.
Dicen que hago todo de la manera que tú lo haces. Cada día descubro que hago las cosas de la misma manera que tú las hiciste conmigo.
¡Casi me caigo para atrás!. ¡No podía creer lo que escuchaba!. Una emoción indescriptible me embargaba. Lágrimas de felicidad salían de mis ojos. Me puse a llorar de felicidad.
Lo que mi amado hijo me había dicho era lo mejor que alguien me había dicho en toda mi existencia. Con sus palabras llenas de amor y ternura, me había otorgado la más grande condecoración que yo había recibido en toda mi vida. Comprendí que la forma como yo había incidido en su crecimiento; era evidenciable.
Lo que más felicidad me daba, era que él estuviera contento de ser como yo era. Esto me conmocionaba; turbaba y me alegraba. Saber que mi forma de entender la vida y especialmente la manera cómo me conduzco en ella, haya sido lo suficientemente buena para que mi hijo se vanaglorie de ser como lo he sido, es un honor inesperado que traspasa los límites de la gratificación que alguna ves pude aspirar.
Las condecoraciones públicas nos llenan la vanidad. Las condecoraciones de amor nos hacen comprender el verdadero sentido del vivir. Lo que me dijo mi hijo ha sido el reconocimiento más importante que yo haya podido recibir. El saberme prolongado en mi existencia a través de su existencia, es una bendición inmerecida que me ha otorgado el creador.
El reconocimiento de amor que recibí a través de quien yo amo más que a mi propia vida, ha sido la condecoración más importante que he recibido en toda mi existencia…