Fortuna, regresa, regresa hoy, ahora, en este instante, acuéstate, recuéstate en el sofá del centro de la sala y quédate llenando la casa de flores, perfumes, alegrías y amaneceres cálidos.
Prosperidad, regresa, ya! Perdiste el camino a mi hogar y desde allí las flores se desecaron, el chorro de agua que nos regalaste se vació y la fuente de piedras y cuarzos la derrumbaron los pájaros tuertos.
Regresa madre, y trae de vuelta tú risa de carnaval, tú mirada de clavel y mangle. Regresa de dónde estás y trae tú ceniza para entre una noche y media, esculpirte y dejarte suelta sin muerte, sin ayer ni cuevas que escondan lo que un día fuiste y ya no eres.
Regresa, salud mía y de todos los que anhelan que regreses. Regresa salud de rosas verdes y violetas. Regresa salud de perfumes de margaritas. Florece salud y trae los colores de las orquídeas que nacen para brillar mil horas.
Regresa promesa y cúmpleme el sueño que te creó. Regresa con la corona de laureles que me ofreciste antes de ofrecérmela yo mismo. Un día me hice esa promesa y hasta ahora espero: las cosas no resultaron, no resultan y me duele que no estén donde ya deben estar. Un día vi que venias, promesa cumplida, luego el desierto cayó como una noche larga que aun no cesa de estar.
No te vayas amor mío, para que no tengas que regresar. Mejor no me abandones: ahora. No me eches de ti, así no te ruego que regreses.
Regresa “padre nuestro que estás en los cielos”. Regresa a mis labios de adolescente que ahora convertidos en duda ya no tienen novedad.
Piérdete tiempo, extravíate, derróchate entre Saturno, Plutón o alguna luna cuadrada. Déjanos vivir libres de ti, tiempo de la mañana y de la noche. Llévate a tus años, meses, días y tus tormentas, tu ruido y tu plenitud de cumplimiento. Proclamo: “Desde hoy es la vida no el tiempo. El tiempo ha fenecido”.
No hay respuestas. Si un día existieron las respuestas, qué regresen. Se me escaparon, no las hallo. ¿Dónde está? La respuesta, muéstrame una sola, una, media de una, pero no hay. Recuerdo que antes de nacer, la tenia, viviendo entre los vivos: la perdí. ¡Qué angustia! No hay respuesta. Le pregunto a los muertos: ¿encontraron la respuesta? Y ningún muerto me contesta.
Piedad, qué alguien tenga piedad de mí. Me calcino en el fuego de lo que ya está hecho, me sumerjo en las aguas del gozo de tu bendición Señor de los vientos y padre de los colibríes pardos y las mamás rinocerontes. Oh! Madre del agua que riega las esperanzas de la gente, regresa a mi, hoy, ahora. Creación, ten piedad.
Ven a mis brazos hija amada, amadas mías. Sin embargo nada es mío. Le canto a la noche que está aquí, me regalo poesía porque yo estoy aquí, me arranco todos mis pensamientos y te doy mi silencio, Señor de la gran oración. Hasta aquí llegué pero allá estaré.
Recuerdo a mis muertos y recuerdo que en otro momento me recordaran muerto también.