El tráfico negrero provocó uno de los mayores desplazamientos poblacionales de la humanidad. Entre los siglos XVI y XIX, más de 12 millones de africanos fueron esclavizados y conducidos hacia América y Europa. De ese número, alrededor de 10 millones llegaron vivos al fin de la travesía, el historiador brasileño Manolo Florentino, autor de Em costas negras (1997). Afirma: “Los registros de los barcos negreros no son confiables al respecto del origen de los africanos, porque el puerto de embarque, registrado en los archivos, no siempre reflejaba el origen geográfico de los negros. En ocasiones eran capturados en el interior, a kilómetros de la costa”.
La identidad y origen de los negros capturados se perdían en los mercados donde eran vendidos. A países del Caribe, Norteamérica y Brasil fueron a parar la mayor cantidad de africanos. Las Plantaciones de caña, de algodón, minería, etc. eran el lugar de trabajo de los hombres y el servicio doméstico de mujer y niños. Vivían hacinados en viviendas insalubres, mal alimentados y obligados a trabajos extenuantes, en esas condiciones, estaban condenados a una muerte prematura.
“Sin féretro y sin la menor vestimenta son arrojados en una fosa que no alcanza los dos pies de profundidad. Llevan al muerto y lo tiran en el pozo como a un perro muerto, ponen algo de tierra encima y si alguna parte del cuerpo queda descubierta la aplastan con tocones de madera, formando una papilla de tierra, sangre y excrementos”, así describió lo que vio en Brasil el viajero suizo-alemán Carl Seidler en 1834.
Los negros esclavos eran vistos como una amenaza para la salud, supuestamente -portadores de enfermedades- y un peligro para el orden público. Eran aislados y condenados a vivir miserablemente en verdaderos ghettos.
En Estados Unidos, concretamente en el bajo Manhattan, a las afueras del asentamiento de Nueva Ámsterdam, posteriormente conocido como Nueva York, desde la década de 1690 hasta la década de 1790, se enterraron unos 15 mil africanos libres y esclavos. Luego de estar perdido en la historia a causa del relleno de basura y el desarrollo urbano; en 1991 se descubrió el cementerio de más de tres siglos de antigüedad mientras se hacían los trabajos de construcción de un edificio estatal, fueron apareciendo huesos humanos, ofrendas fúnebres y restos de urnas, suficiente motivo para una investigación, el resultado fue que se trataba del cementerio de marras. En el 2003, los restos de unas 400 personas fueron exhumadas para su estudio; luego, fueron vueltos a enterrar en una emotiva ceremonia.
Varias organizaciones de Afroamericanos hicieron gestiones para que se declare el sitio Monumento Nacional como una forma de honrar a quienes sufrieron y murieron en uno de los capítulos más oscuros de la historia humana.
El símbolo del memorial es el Sankofa, la figura de un pájaro que mira hacia atrás; es la sabiduría, que significa lo importante que es para todo el mundo volver al pasado para aprender las lecciones que la vida nos ha dado con el fin de utilizarlas sabiamente para construir el presente y el futuro.