No la de los cementerios… Que es la de los déspotas, autócratas, dictadores… La paz que quiere el Papa es la paz viva, que proyecte la luz del espíritu misional en medio de la fraternidad, en la relación social de sus fieles. La que emerge, entonces, como derecho social de la vinculación armónica entre la justicia y la libertad. Porque sin justicia y sin libertad no hay paz… No hay lugar para su presencia. Y en ausencia de ambas solo prospera la iniquidad… O sea, el desprecio humano que, dadas las circunstancias, puede convertirse en corrupción, impunidad, malversación moral, persecución política… La esperanza de este Ecuador, en consecuencia, es restablecer la paz. O lo que es lo mismo conseguir vivir, en lógica coherencia, en un contexto social de libertades y plenitud de justicia…, hoy por hoy negado, terminantemente, a sus poblaciones.
De cualquier forma que sea mirada la actualidad ecuatoriana con la venida del Papa, no impide, por ningún motivo, insistir en la lucha contra la dictadura de Correa. Pues, al no cumplir con los derechos sociales de los ciudadanos violando, día y noche, la Constitución ha promovido el caos institucional, expulsando del país la paz social. El grito de ¡Fuera, Correa, Fuera! en vez de debilitarse, incluso, está en la obligación de crecer y robustecerse, en las calles de todo el país. Y con más fuerza durante la estadía de Francisco para recordarle que lo del milagro ecuatoriano es una mentira.
Una mentira que ha costado al país 8 años de derroche económico, miles de millones de dólares en deuda pública, persecuciones políticas insensatas, incumplimiento del seguro social universal y saqueo a sus organizaciones, metida de mano en la justicia e inculpando a dedo, mediante fiscales y jueces sometidos a costa de impunidad, censura para informar y opinar a través de una ley de comunicación y una superintendencia controladora de lo que se piensa y dice… Y que no se repita, escondiéndose en moralismos hipócritas pasados de moda, que expresar la inconformidad social que vive el país sería una grosería hacerlo ante el Papa. ¿O es que para hablar con el Papa hay que blindarse la conciencia por autocensura, callar la verdad y complacientemente mentir …?
¿Queremos la paz? Si. Pero tal cual expresamos antes, la paz en lógica coherencia, desde un contexto social de libertades y plenitud de justicia…, hoy por hoy negado terminantemente a sus pobladores. Pues, tal cual expresa la Encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII (1963) “la paz será palabra vacía mientras no se funde sobre el orden… basado en la verdad, establecido de acuerdo con las normas de la justicia, sustentado y henchido por la caridad y, finalmente, realizado bajo los auspicios de la libertad”. Consecuentemente, en esta misma Encíclica está dicho “los gobernantes que no reconozcan los derechos del hombre o los violen faltan a su propio deber y carecen, además, de toda obligatoriedad las disposiciones que dicten”.
¿Es que este llamado a la resistencia necesita, acaso, de un clima primaveral para ser dicho y para ser escuchado, o permiso de las autoridades para ponerlo en práctica? “Toda ley injusta, lo declaró ya en el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino, proviene de la violencia y es violencia”. La paz que quiere el Papa, tal cual está muy claro en la Encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII, “ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad”. Solo los enceguecidos por el poder desprecian esta paz, la verdadera paz…
No sé ¿cuándo la gente sensata se va dar cuenta que Correa sufre de la misma patología mental que sufrió su padre??
El país está en manos de un enfermo mental al que hay tenerle mas lastima que otra cosa.
El Papa no habla ex cathedra en sus encíclicas, entonces se diría que no mueve al católico la obligación para actuar concomitantemente. Pero evidentemente que estos documentos, cuestionadores críticos de la FE casi siempre, no pueden pasar desapercibidos para los católicos. Si encíclicas como Laudato Sí, ponen la piel de gallina a muchos conservadores, ateos y agnósticos subestimadores de los compromisos de la iglesia con la sociedad, cuanto más debería despertar inquietud y provocar afán en nosotros católicos por tornar en prurito el sometimiento de nuestro poco o mucho bagaje doctrinal al escrutinio constante de la conciencia social, aquella della casa comune.
En países como el nuestro, donde la probabilidad de que un indígena o una persona de raza negra nazca y muera pobre, con menos oportunidades de educación e inserción digna al aparato productivo durante su vida, la inequidad social es todavía lacerante. No puede haber paz, si no hay justicia, y la inequidad por más vuelta que demos con laberintos lexicales, existe, cuestiona nuestra fe y es injusticia.
Saludos desde New York
-Wilson Suárez
Estimado señor Arteaga:
Los mensajes que dió el Papa Francisco todos enfocaron a la familia, a la tolerancia, al respeto de las opiniones diferentes, a la verdadera justicia, a la igualdad de derechos y a la libertad que deben gozar todos los ciudadanos. Palabras sabias, llenas de mucho amor y que exigen un cambio de 360 grados a los destinos de nuestro país.