Francisco, el papa, el santo padre, estuvo y se quedo entre nosotros. Su visita fue la de un ciclón poderoso, que arrasa la mala yerba y prepara el terrero para lo nuevo, que como “el buen vino está por venir”. Como cantábamos en nuestra niñez: “del cielo cayo una rosa”, ahora podemos recitar: “del cielo vivo Francisco, compartió entre nosotros y entre nosotros se quedó”.
La alegría de Francisco, contagiosa, fresca como las selvas vírgenes, como el cantar de los árboles festejando Navidad, como quemar palo santo para ahuyentar a las serpientes. Francisco palabras bañadas en aromas y frutos inmortales, su enternecedora improvisación me recuerda el nacer de las olas trayéndonos a sirenas y ballenas coloradas y miles de conchas y peces revoltosos que corean el santo nombre del amor.
Francisco, el amigo que nunca falla, la ternura que te quiebra. Su palabra es danza cósmica, es la vía láctea conquistando los abismos negros, su mensaje enterneció a Júpiter e hizo florecer los cactus del Sahara. Francisco, le dijo a la luna: “hazte universo y en galaxia se convirtió”. Ordenó al sol: “hazte pan nuestro de cada día y en pan de familia se hizo”. Así, la familia es sol en nuestras vidas y la luna la fuerza protectora que refleja nuestros esfuerzos por mantener a nuestras familias unidas.
A esta tierra cariñosa y prodiga en bendiciones, llegó Francisco, como un huracán, que nos grita al oído: “hagan, todos los días hagan”. Hagan es hacer, hacer para los demás, para el otro; hagan y dense al hermano, al prójimo. Recordándonos nuestra naturaleza compasiva, nuestro origen de hermandad, solidaridad. La riqueza de darle la mano al otro, de detenernos y escucharlo, de ayudarlo. “Si lo haces por un hermano lo estás haciendo por mí”, dijo. Y lo predicó con el ejemplo.
Dijo “ayuden a sus ancianos” y fue a un asilo y entrego bendiciones y esperanzas de vida. Francisco, sabe y sus palabras nos ayudaron a entender, que la totalidad de la vida, no les pertenece a los soberbios, a la vanidad o al deseo d usura, sino a todos. La vida es de todos, Jesús es de todos, el papa es de todos, entonces, nos ayudamos mutuamente, le entregó mi bendición a quien necesita de mí, soy compasivo y doy mi ternura, y no esperó nada a cambio, sólo lo hago, porque hacer es dar, dar es pedir y pedir es suplicar y yo y el otro pedimos, suplicando por piedad, perdón, reconciliación.
Dijo: “No merezco nada, todo es gratuidad de Dios”. Cómo puedo pagar por tanta gratuidad? ¿En qué cuenta de banco hacer mis depósitos bancarios por la abundancia de la vida, por el don del amor, el regalo de la paz, de la alegría. ¿Puedo pagar, me atrevo?,
Vivir es bueno, la vida es buena, Francisco es bueno. Aquí, ahora, apareció un tsunami y nos dejo desnudos. ¿A usted también le robo sus trajes, sus espejos, su importancia, su olvido por los demás? Gracias Francisco. Había que estar ahí, había que escucharte, había que estar en tu canto, había que ver que estabas al frente, había que emocionarse con tu paso y percibir tu grandeza, había que estar ante la lluvia y el frio para que el fuego de tu fuerza me encienda. Francisco, nos trajiste tu gracia. Gracias Su Santidad, Francisco de Ecuador.