21 noviembre, 2024

Piedad por México

El líder del sanguinario y criminal Cártel de Sinaloa, el llamado Chapo Guzmán, se escapó de una cárcel de máxima seguridad en México, donde se encontraba recluido desde hacía apenas diecisiete meses. Una fuga espectacular, de película, un hecho impresionante, único, un acto tan canalla y vil qué ha colocado a la sociedad mexicana en un profundo descredito institucional. Los ciudadanos ya no creen en nadie ni en nada. Los hunde la zozobra del quiebre dantesco de su sociedad, incendiada por la corrupción, el narcotráfico: el sistema democrático es una caricatura y el estado de derecho es un estado fallido, desordenado que permite que el mayor delincuente y mandamás de una organización criminal  huya del encierro, así nada más, creando una incertidumbre que coloca a los mexicanos frente al dilema del tipo de sociedad y convivencia que están viviendo en su patria.

Este individuo permanecía recluido en la cárcel llamada El Altiplano, en el DF, en su celda se mantenía un circuito cerrado de cámaras que grababan sus movimientos las 24 horas del día, tenía un brazalete que permitía que las autoridades sepan de su paradero todo el tiempo, guardias permanentes alrededor de su sombra, monitoreado cada segundo, minuto, instante tras instantes se informaba lo que hacía, lo que no ejecutaba; un radar infrasonido penetraba en sus pensamientos y los comunicaba mediante un sistema exclusivo traído de Júpiter o las lunas del manicomio de Marte, les indicaba qué pensaba qué soñaba este antisocial; con todo y mucho más de lo que ahora nos dicen las pobres autoridades mexicanas encargadas de su custodia, con todo  eso y más se les escapó, el chato se les fue, se burlo de ellos, del sistema penitenciario mexicano, de su estado de derecho, de su seguridad, etc.

Insólito, nadie vio nada: el túnel se hizo solito. Más de 1 km y medio de túnel y ni vieron ni escucharon nada ni se enteraron. “Sucedió” dijo esotéricamente, un funcionario de Gobernaciones. Cómo está América latina nuestra es mágica éste resulta ser el túnel mágico. Tuvieron que usarse maquinaria para construir el mencionado hueco, pero nadie vio las maquinas, vinieron del lugar del santo olvido por eso ahora todos somos olvidadizos.  La tierra excedente de la perforación, se esfumó, ahora es tierra de muerto para sembrar desesperanzas. ¿No están involucrados muchos en está fuga cuándo nadie dice nada, y se quedan en silencio antes de colaborar, comunicar, denunciar, prefiriendo el descalabro de todos antes que advertir a la autoridad sus sospechas qué algo estaba pasando allí?

¿Qué está fallando en México? ¿O quiénes están fallando? ¿Es la justicia acaso? ¿Es el gobierno? ¿Es México un país sin esperanzas? Confieso mi estupor, mi asombro ante el hecho inverosímil de lo ocurrido. Siento en mi corazón, puesto que tengo un grato afecto por este noble, bello y cariñoso país, que uno de los aspectos en los que más deben trabajar los mexicanos es: En la Impunidad. Hasta ahora no se han encontrado ni castigado debidamente y con el debido proceso a los responsables del asesinato de los 43 estudiantes desaparecidos, cuyos restos fueron encontrados calcinados en un basurero. Ese crimen de lesa humanidad y muchos otros debes ser castigados, sin pretextos ni miedos. Primero es la sociedad no los delincuentes.

¿Se fugó el chato por el túnel o salió por la puerta y el túnel no es más una cortina de vencidos y humillados? En medio de todo esto, con todos los protocolos de seguridad por los suelos, aparece esa infamia hecha carne conocido como Donald Trump diciendo que él tenía razón al decir que los mexicanos son todo lo que él acusa. Ni la Virgen de Guadalupe ni la Santa Muerte escuchan a los mexicanos su clamor de piedad, pero sigamos insistiendo, puesto que México es decencia; amor; calidez. México lindo y querido, de bella cultura. Piedad, señor. Solidaridad con México.

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Supremacía Constitucional

Existe una máxima en nuestra carta magna que destaca que “la Constitución
es la norma suprema y prevalece sobre cualquier otra del ordenamiento
jurídico”.

Para los que no conocen, el orden jerárquico de aplicación de las
normas es la siguiente:

“La Constitución;
los tratados y convenios internacionales;
las leyes orgánicas;
las leyes ordinarias;
las normas regionales y las ordenanzas distritales;
los decretos y reglamentos;
las ordenanzas;
los acuerdos y las resoluciones; y
los demás actos y decisiones de los poderes públicos”.

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