Si queremos seguir viviendo en este país y que nuestros hijos tengan un futuro en él tenemos que reconocer sus realidades y prepararnos a vivir en ellas. Para algunos puede ser muy difícil desembarcarse de sus dogmas, de sus credos, de su proyecto político y abrir los ojos. Tendrán un amargo despertar. ¿Cuál de los dos queremos ser?
Este Gobierno ha hecho muchas cosas muy buenas para el país. Bacán. Le trajo un inmenso cambio generacional, lo tecnificó, se preocupó de los que antes nadie se preocupaba. Lo modernizó. Un aplauso por todo ello. Las alternativas políticas en las elecciones dejaban mucho que desear o no tenían todavía el fogueo necesario.
El Gobierno se soportó en su proyecto político, incuestionado y empujado a rajatabla, con un excepcionalmente alto precio del petróleo que le proporcionó enormes ingresos y como no le fueron suficientes, tomó nuevo endeudamiento. Se olvidó o no quiso ver que a los años de vacas gordas siempre siguen los de vacas flacas. No aprovechó la bonanza del petróleo pagando deudas y haciendo reservas. Gastó, gastó y gastó, y se endeudó. Al contrario de lo que hizo Evo, en Bolivia. Comparación dolorosa, tal vez.
Construyó carreteras con criterio político. Hay que aplaudir las excelentes carreteras de concreto a lugares remotos, pero la gran vía Quito, Guayaquil, Machala sigue en un mar de atascamientos. Construyó hidroeléctricas, magnífico. Exageró en oficinas de lujo, que llenó de empleados públicos.
Se preocupó de los minusválidos, muy bien, pero no de generar empleos productivos a desempleados y subempleados. Se preocupó de maravillosos proyectos sociales, con gran sabor humano, pero no se preocupó de generar la riqueza para pagarlos, esperaba se sustentarían para siempre en el petróleo. Reorganizó el caótico mundo de las universidades y les dio pie para que sustenten el crecimiento del país. Muy bien. Todo eso hay que aplaudirlo. Sin embargo, lo tan bien hecho está en riesgo de descomponerse y desperdiciarse por la poca previsión en el uso de los recursos del petróleo.
Su mayor error fue confundir PAIS con el país. El primero es un partido político, de corte algo fascista, el segundo es donde todos vivimos. El éxito temporal, porque nada humano es eterno, de los seguidores del primero no es necesariamente el éxito de los que viven en el otro.
Nuestro Presidente actúo como viviendo en un país permanentemente rico. Seguramente se preguntará: ¿por qué no hice lo que debería haber hecho? Seguramente se despertará a veces con la pesadilla de la herencia que PAIS deja al país.
A nosotros y a nuestros hijos nos va a tocar superar esa pesadilla y vivir esa herencia.
Ante esa realidad, ¿qué caminos hay?
En un país con su propia moneda, un Gobierno, ante la brutal caída de sus ingresos, tiene la alternativa de devaluar, con lo cual todos se hacen más pobres, se promueven las exportaciones y se constriñen las importaciones. Y todos los que viven en ese país, ahora todos más pobres, salen adelante. Aún si no estuviésemos dolarizados ese camino no tendría un resultado pronto. ¿Por qué?
Porque las exportaciones agrícolas, nuestra gran ventaja competitiva, no se han promovido. Serían sobre todo en el campo costeño, del que poco conocen los que pueblan el Ministerio de Agricultura en Quito. Por lo que el campo costeño, nuestra mayor riqueza nacional, imperecedera, sigue allí, improductivo y desfinanciado. Porque se tiene enorme desconfianza hacia los empresarios privados, se los ve como sanguijuelas del pobre, por lo que no se ha facilitados su labor y motivado su inversión. Se ha tratado de constreñir importaciones, pero sin establecer los incentivos para producir localmente. El Gobierno se ha atrincherado en el castillo del Estado, confundiendo al Estado, al Gobierno y a su proyecto político con el país.
Con la dolarización, al igual que en España con el euro, el sobre gasto estatal solamente se puede reducir con brutal austeridad fiscal y el correspondiente desempleo ante la reducción de flujo de dinero desde el Estado. Esa sería una dolorosa alternativa para el Ecuador, ya con un alto desempleo. Años de sangre, sudor y lágrimas. No veo ni a PAIS ni a la oposición en esa línea. Estamos acostumbrados a la bonanza y esa línea no consigue votos.
La desdolarización traería el caos, que no queremos, necesitamos paz social para poner las cosas en orden. No es una alternativa.
La otra alternativa es compensar los menores ingresos del Estado por la caída de los precios del petróleo con la emisión de algún tipo de bono con que el Gobierno pague sus obligaciones y que se negocie en el mercado. Es una alternativa viable y puede ser sensata, si se complementa con fuertes acciones para promover el empleo en el sector privado y con austeridad en el Estado, pero para manejarla bien se necesita un Gobierno con una perspectiva política diferente y una enorme capacidad de control.
Tenemos un Gobierno dogmático que puede preferir desaparecer como mártir en una debacle general a replantear su manera de gobernar. Nuestra mayor esperanza es que nuestro Presidente, que es un hombre inteligente y preparado, que lleva años en su cargo, que conoce el país y sus realidades, se sacuda de algunos de sus colaboradores, hoy inapropiados, y dé un golpe de timón, cambie de rumbo y enfrente las realidades. Esa es nuestra mejor alternativa. Tenemos que razonar y rezar para ella, quemar buses sólo lo endurecería en su trinchera. Mientras tanto tenemos que prepararnos por si no lo hace.
¿Qué pasará? Lo veremos. Mientras tanto, frente a la potencial herencia de PAIS sólo nos queda ayudar a nuestros hijos a vivir la próxima década. Ayudarlos en forma viable y sensata.
Me da gusto verte en esta «columna» de opinión. Tus escritos siempre son claros y casi siempre dejan algo que pensar y reflexionar, lo cual los hace valiosos.
Saludos,
JRT
Opiniones tan valederas que dejan esa reflexión, siendo imparcial ante tan dura realidad, es lo que necesitamos para visualizar lo que pasa en nuestro país realmente. Estos espacios de opinión deben ser así y no tener tendencia a ningún lado sea de gobierno o la oposición. Mil felicitaciones con todo el respeto a Joaquín Martínez.