Gracias a la Asociación Cultural Las Peñas de Guayaquil por, permitirme anotar Una breve reseña Poética –fraternal con Francisco Pérez Febres Cordero.
Nos conocimos desde dos latitudes distintas –Ecuador y Alemania, año 1969- en que me atreví a enviar a diario El Universo de Guayaquil, mi primer artículo periodístico, escrito en Lüneburg, de tema educativo y recibí una esquela acusando recibo, de Francisco Pérez Febres Cordero, director de la Revista cultural de ese diario, invitándome a seguir haciéndolo; al tiempo que comenzamos una correspondencia que la podría llamar poética fraternal, recibiendo allá uno de sus libros Y en esa relación de intercambio, descubrimos una coincidencia, por lo que él me escribiera –hay afinidad en las ideas que traducen con las mías, en un poema escrito alrededor de un año, en que hablo también como Ud. en -Y cuando muera- y de la feria de retazos de la vida.
¡No conocí su poema! ¡Lo juro!
EL mío se titulaba “Si debiera morir”, cuyos versos finales dicen:
…Mi alma se queda aquí, /en todo lo que hice y lo que di…/ Fue mi vida una feria de retazos / Donde mi alma la repartí a pedazos/A precio del día o de subasta. //Y en cada cosa buena o mala que hice/ Colgué un pedazo de ella/ Como señal de mi existencia / Que lo llevan todo lo que fue mío. /¡Mi hombre, mis hijos, los niños de mi escuela!
En 1970, de regreso al Ecuador, Jorge Swett, presidente de Cultura y Fraternidad me invita a formar parte de tan noble institución; nada más y nada menos, fundada por Francisco Pérez Febres Cordero y entonces seguimos años y años unidos en la Fraternidad y la Cultura. Como igual, él siguiera con su poesía, que jamás dejaron de verterse en libros-.
Luego de leer y releer su poesía y sentirlo siempre vivo a pesar de hablar tanto de la muerte; le escribo una misiva, en la que tomó parte con su criterio el hombre de mi vida-Manuel Arenas Silva-: diciéndole:
-Cada página es un rincón de tu alma que en una confusión interior, grita y se muere- y al terminar de leer todos tus versos me he sentido feliz. Ya te conozco poeta, no es que quieres la muerte en tus poemas, sino que ellos son el canto a la vida y la vida es eso: nacer, vivir, y morir. Y al verte surgir de nuevo en cada poema deja que yo te grite lo que eres: ¡Eres un hombre resurrecto poeta! Es tu muerte bebida cotidiana, que de tanto vivir mueres mil veces…!
Y es que siempre siguió viviendo para seguir creando miles de versos en cientos de poemas en tantos de sus libros; e incluso resurrecto también en el amor -con Silvia su compañera- que era el “haber alcanzado el cielo, aquí en la tierra”, decía él.
Aunque si tuvo siempre una “amante” ineludible, su ciudad Guayaquil, por quien levantó sus ternezas y rebeldías: desde sus pregones hasta las injusticias, sociales, políticas-urbanas, de niños, obreros y hombres desolados.
Seguro de ella cuando decía:
“…Y si en mi cuna me arrulló gentil /Lo hará también tras mi postrer latido: /¡Mi amante, mi adorada Guayaquil!” (de… “Y el poema quedó hecho” 1986)
No puedo pasar por alto, su último libro de 1993 TIERRA mi TIERRA de amor decantado a la patria ecuatoriana, con poemas de mar, volcanes y selva, como igual los dedicados a su madre, sus hijos, sus amigos y su amada Silvia…
Hasta que un día del 2010 se fue dejando al mundo el inmenso legado poético que llenó el gran vacío de su ausencia y en el festival de Mayo de 2011 en el homenaje que Cultura y fraternidad le hiciera junto a los fraternos, Henry Kronfle y Alejandro Velasco Mejía; yo como presidenta de la entidad le adicioné un calificativo, el de poeta de la esperanza, invocándolo así:
¡Francisco Pérez Febres Cordero!- Fraterno siempre vivo, hermano poeta de tantas latitudes que tiene el ser humano en su andar en la vida y en la muerte. Esta muerte que fue en ti resurrección de cada día, y porque leyéndote se aprendía, que los miles y millones de amaneceres de los hombres vienen después de cada hora de esperanzas y de sueños- te nombró también, desde hoy ¡Poeta de la esperanza!…