22 noviembre, 2024

La deshumanización del ser humano

Cada día, más hechos nos demuestran que el ser humano va perdiendo su capacidad de resolver los problemas con sus semejantes. Claro, hay muchos, muchísimos intentos para hallar las soluciones, pero esos esfuerzos se van diluyendo en un mundo cada vez más conectado a la información pero más desconectado de la gente.

Estamos viviendo una deshumanización del ser humano, la que es resultado de un individualismo exagerado, un individualismo que se disfraza a veces de generoso y de altruista; que se disfraza de preocupado «por algo más elevado»: el árbol, el toro, el perro, la ballena, la lucha por una libertad distorsionada, las desiguales igualdades, el combate al consumismo, la defensa misma del individualismo…

No se trata actualmente sólo del ya «tradicional» individualismo derivado de la avaricia material, del ansia de acumular dinero y bienes tangibles. No, el individualismo se ha diversificado.

Es decir, el individuo —hedonista y egoísta como nunca antes—, debido a que se siente solo, ¡y se acepta en soledad!, ha tenido que reemplazar al prójimo que rechaza por ideologías, causas «nobles» y una gran cantidad de fines que alivien en algo esa soledad autoinfligida. Es una «adolescencia extendida», una etapa de transición que no termina de pasar.

El adolescente actual, que tiene entre 18 y 38 años, es, como todo adolescente, dueño de la verdad última, de la panacea moral. Es más, suele rechazar los moralismos desde una trinchera protegida por criterios morales indestructibles. A algunos les gusta darse de nihilistas o de existencialistas, pero no como base filosófica, sino como excusa argumentativa. Otros se las dan cultores de filosofías orientales. Eso sí, todos rechazan todo lo que se refiera a su formación judeo-cristiana o a las estructuras mentales occidentales, que se derivan de modelos greco-romanos (en cuya lógica se sustentan, precisamente, sus razonamientos). De todas formas, sus argumentos suelen ser no más que referencias para coctel, apoyos sin profundidad ni compromiso. Adolescentes al final.

¡Y cuidado con «darles la contra»! Ellos no toleran que los contradigan. Cuando encuentran algún argumento razonable que desbarate los suyos, se escudan en que quienes los esgrimen son «obtusos», «gente cerrada», «tradicionalistas», «de otra época» o, sencillamente, «estúpidos» y otros adjetivos que ponen en evidencia el facilismo de su postura y la ya citada falta de compromiso… a pesar de su «profundo» compromiso con las causas de las que se abanderan…, mientras nadie les quite alguna de las tres bases argumentativas en las que se apoya, generalmente circulares.

Sus causas puede que parezcan integradoras, sociales y hasta comunitarias. A veces parece que sus acciones son sacrificios ya por los animales, ya por el medio ambiente, ya por la igualdad. Hay aquellos que dicen que buscan nada para sí, ni tan siquiera ser conocidos. Pero, en el fondo, en su adolescencia, lo que en realidad anhelan es el afianzamiento de su ser, la definición de sí mismos y el necesario reconocimiento de los demás.

La avaricia, en estos casos, no es económica o material: es intelectual y espiritual. Y este tipo de avaricia es más pernicioso que el tipo «tradicional», pues se disfraza fácilmente de pureza con un difuso, y poco definido, vestido de razonamientos falaces, argumentaciones circulares y autocomplacientes tautologías.

El asunto es que la solución para los problemas humanos, que incluyen el abuso de la naturaleza, está en acercarse al prójimo, en conocerlo, en reconocerlo y darse cuenta de cuáles son las cosas que NOS ayuden a ambos…, a todos. Porque el individuo se concreta en los demás individuos; cada ser humano se refleja en los demás seres humanos.

El amor por la naturaleza y los animales es necesario y también tiene que concretarse en el prójimo. Es decir, la relación de un ser humano con su mascota es en realidad enriquecedora y, si es sana y debidamente llevada, favorecerá además las buenas relaciones humanas. Pero lo que pasa en estos días es que la relación con las mascotas se ha convertido en un sucedáneo de las relaciones humanas. Debe quedar claro que el animal no es, en ningún caso, responsable del comportamiento (positivo o negativo) del ser humano, sino que no es más que un objeto en el que las personas con dificultades de interacción humana encuentran una suerte de alternativa. ¡No es posible que, por ejemplo, por acusar de «violentos» a los taurinos, las manifestaciones en contra de las corridas de toros tengan manifestaciones violentas!

A su vez, muchas de las causas nobles en pro del ser humano: búsqueda de la igualdad/equidad, luchas por la defensa de los derechos y las libertades, asistencia social, etc., son utilizadas como refugio para evitar a los iguales. ¡No es posible que, por ejemplo, las campañas para combatir la violencia contra la mujer estén llenas de insultos, expresiones agresivas y, en fin, de violencia!

Debe quedar muy claro que considero que la defensa del ambiente, el respeto a los animales y la entrega a las dichas causas nobles son necesarias, pero siempre y cuando no sean excusa para alejarse del prójimo. No se trata de que dejemos de defender las causas que nos preocupan, sino de que no sirvan de excusa para la desunión e incluso, como he dicho ya, para la violencia.

Es seguro que, si hiciéramos así: si nos acercáramos MÁS al prójimo, con sinceridad y sin prevenciones, habría cada vez menos maltrato animal, menos derrames de petróleo, menos perros en las calles, más igualdad, más respeto a las libertades y los derechos… y Aylan Kurdi aún estaría vivo.

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2 comentarios

  1. La Santa Biblia dice: que hay que amar al prójimo como así mismo. Pero parece que en este mundo actual ha desaparecido completamente. Es penoso lo que acontece en Siria y las potencias mundiales deberían intervenir y buscar las soluciones a este problema político, racial y religioso.
    Así mismo las naciones industrializadas y potenciales económicamente deberían abrir sus fronteras para recibir en forma proporcional a nuestros hermanos que sufren esta travesía de largos kilometrajes por defender su vida y la tranquilidad de su familia.
    Hagamos campaña a nivel mundial para hacer renacer el amor que debemos tener para nuesro prójimo y aliviar así sus dolencias, y no sembrar amargas realidades como el caso del niño Aylan Kurdi.

    1. Tienes razón bro, pero no lo entendiste del todo, esas potencias mundiales de las cuales tu hablas en tu comentario, somos cada uno de nosotros, si, cada uno de nosotros tiene esa influencia a nivel global, solo es necesario que nos valgamos del amor y respeto mutuo, sin importar la razón que lo amerite, es así. 🙂

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