23 noviembre, 2024

Un perro en el camino

En Tumbes, región ubicada al noroeste del Perú, se encuentra Punta Sal, bello lugar cercano al mar y de exquisita naturaleza. Contemplar la playa, el mar  y las palmeras desde mi búngalo fue un regalo de la vida, que llegó a mí por la gracia de Dios a través  de la gentil invitación a una boda, viaje que, como tantos otros, compartí con mi esposo. Regalo al fin que  disfruté al máximo, contemplando la bellísima playa, con sus palmeras repletas de cocos, sana tentación para el paladar. Por la noche solo bastó el envolvente sonido del mar por el cual logré retomar el sueño y descansar, al fin, después de muchos días de un insoportable insomnio.

Una caminata singular atravesando la playa en tinieblas, fue la cereza del viaje. Con la playa a oscuras,  los dos de la mano, nos aventuramos a caminar por la noche. Fuimos de largo, desde el hotel club Punta Sal, hasta el pueblo Punta Sal, bordeando el mar con nuestros pies descalzos. El cielo, una bóveda llena de estrellas; la brisa y el sonido del mar nos acompañaban; de repente, nuestras voces interrumpían ese encanto para dar paso a la conversación…avanzamos y avanzamos, en una punta que parecía lejana, ¡y lo era!, divisamos al pueblito Punta Sal; hasta allá caminamos algunos kilómetros, en medio de la noche. La playa no es una playa iluminada, estaba completamente oscura. Las luces que se veían a lo lejos y que iluminaban las casas del pueblito nos animaban a seguir. Casi al final del recorrido, cuando decidimos entrar a un pequeño restaurante de algún hotel que daba a la playa, nos salió un perro en el camino.

El perro quería jugar, pero con la brusquedad del animal lo que consiguió fue hacerme un rasguño en la pierna cosa que no me agradó; así que mi esposo intentó ahuyentarlo, pese a ser amante de los animales; el perro se volvió hostigoso y no lo queríamos cerca. Además era un extraño y como todo extraño no sabíamos con que sorpresa podía salir. Entramos al restaurante para hacer tiempo y que el perro se vaya, pero nada, siguió ahí, esperando. Un perro al acecho.

De regreso nos acompañó por varios kilómetros,  intentando seguir su juego y volverse parte del grupo,  hasta que se cansó y emprendió su camino de regreso. No le hicimos mas caso. Mientras todo eso sucedía, en el cielo había aparecido la luna llena que iluminó la playa y nos facilitó el retorno.  Un momento en la vida que se llena de significado cuando entendemos la moraleja: si te lo propones todo camino es transitable y además bello, toda tiniebla se vuelve claridad, todo objetivo se alcanza, y todo perro en el camino debe ponerte alerta, pero lo mejor es ignorarlo y seguir, como tantos símiles de perros que pueden salir en tu paso por la vida, se cansan de molestar y  se alejan.

La vida es simple y salada como el olor del mar, dulce y refrescante como el sonido de las olas, la vida es bella como sentir la brisa en la cara o pisar sobre la arena, como mirar las estrellas en el cielo o asombrarse cada vez, cuando  una vez más, contemplas la luna llena. La vida es cálida y se vuelve tu refugio cuando  aprietas  una mano que calienta la tuya y siguen caminando en silencio. La vida es fácil, no hay que temer, solo avanzar.  Sostente con seguridad junto a las personas que amas y en el camino correcto. La vida hay que vivirla en lo que se debe y con lo que se hace. Los perros ladran, juegan o atacan en el camino, no hay que hace mayor caso, eso significa que vas caminando.

 

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