El Niño llega y con él amenazas de tsunamis, erupciones, destrucciones y anuncios de clases los días sábados por parte del Ministerio de Educación. La novedad cayó como balde de agua fría a los niños y adolescentes, que poco simpático ven tener que ir a clases los días sábados, y también a los padres que deben cumplir con el pago de los 10 meses del inicial calendario académico a instituciones educativas privadas, cuando en la práctica en febrero no acudirán a clases.
El ministro de Educación anunció que las clases finalizan el 30 de enero y que hasta entonces habrá asistencia todos los sábados. Las razones: los problemas que derivarían del «Fenómeno de El Niño», sin tener la certeza -por cuanto es información no confirmada, que no puede ser confirmada- por ser un fenómeno de la naturaleza. Entonces nos sostenemos, todos, en información que las agencias que estudian estos fenómenos naturales nos proporcionan.
Ahora hay un nuevo anuncio en su cuenta de «Twitter»: «Si pronósticos de lluvia en la costa cambian, podría cambiar cronograma escolar, incluso volver al original». ¿Cómo es eso? Los chicos estarán yendo a clases todos los sábados, ¿y si el pronóstico que iba a cumplirse, no lo hace? ¿Cambiamos al cronograma escolar original? ¡Es de locos!
Es de esperar que el señor ministro encuentre explicaciones satisfactorias para todos los colegios que tienen que cobrar pensiones en una fecha en que sus alumnos no asistirán a clases, para lo cual necesitan una buena argumentación dirigida a algunos padres de familia que no son tan ligeros como para encontrar respuestas en un «Twitter». Lo más lógico era estar preparados para cuando el fenómeno se presentara, ahí tomar las medidas del caso y no decir que si no ocurre nada, siguen con el cronograma anterior y no se suspenden las clases. Sería razonable otorgar flexibilidad a los colegios para que terminen el año de acuerdo con sus realidades, pues algunos -por sus estructuras- están preparados para la venida de El Niño y sus caprichos.