Es común encontrarnos con personas negativas, con situaciones problemáticas difíciles, con estados de ánimo oscuros, pesimistas. La sociedad actual se encuentra caracterizada como la sociedad del consumo, de un bienestar para pocos o a costa de otros, las grandes transnacionales, las grandes marcas de ropa, tienen sus bases de operaciones en lugares pobres, las grandes maquilas, donde pagan poco por la mano de obra, para venderlas caras en los templos del comercio, los grandes shoppings, mall, centros comerciales. Lo que prima es un individualismo descarado, importa lo que siento, deseo y adquiero, mi libertad y punto.
Hay gente que protesta ante la negatividad de la vida. Aprendamos a reconocer nuestras cegueras. Así como hay gente que no desea que los migrantes de países en conflicto o pobres busquen mejores oportunidades de vida, hay gente que no está en el poder, pero que reconoce el derecho del ser humano a peregrinar, a caminar por este mundo para construir historia, no para padecerla simplemente. Hay gente buena en este mundo y debemos darnos cuenta de ello. Por eso salen a recibir a los migrantes, a compartir lo que pueden y quieren. Aprendamos a abrir los ojos y ver más allá de la apariencia. A escuchar los latidos del corazón, de la vida.
¨¿Crees que, en este mundo en que vivimos, las personas han perdido sus valores? ¿Qué se relacionan con los demás solamente por el interés? ¡te equivocas!. Todavía queda gente como yo, que ama la amistad, que valora los sentimientos, que desea escuchar y guardar tus secretos bajo llaves. Puedes confiar en mí, no te traicionaré. Procuraré que tú y yo seamos uno, pero que a la vez seamos libres e independiente. Si esto que has oído te ha gustado… ¡LLAMAME! Lo que aún no sabes de mí te gustará todavía más¨. Este es el testimonio de un joven ante otro que anhela la verdad, la bondad y la belleza que la amistad suele generar y protesta ante la fatalidad y la brutalidad que nos presentan noticieros y reportajes, cuando no lo que vemos en la esquina. El todo es mayor que la parte, la realidad es mayor que nuestras ideas o imaginarios.
Para aprender a valorar la vida, valorar a otro hay que aprender a valorarse a sí mismo, y esto solo es posible cuando se reconoce el amor recibido, compartido y el amor propio. Sí el amor propio, producto de esta interconexión de recibir y compartir. No tengamos miedo de amarnos a nosotros mismos, cuando uno se siente querido es la fuente de mayor gozo que recibimos de la vida y es fruto de compartir la misma realidad humana. Este es el primer indicador de necesidades básicas que deben ser satisfechas para ser productivo, para valorar el terreno que vivimos, su historia, su cultura, eso nos da no solo satisfacción sino identidad y pertenencia. La mejor manera de amarnos a nosotros mismo es sentirnos amados por otros. El precepto sublime, ¨Amarás a Dios¨, incluye y comienza por la práctica humilde: Amate a ti mismo.
En este mundo las relaciones humanas son la clave del ser una persona positiva. Por ello, la amistad hay que buscarla. Lo que no se trabaja no se consigue, hay que desearla, procurarla, merecerla, conseguirla. La amistad requiere iniciativa, tiempo, paciencia, delicadeza. Mientras más amigos somos, más respetuoso del otro nos volvemos. Es obvio que tiene sus riesgos. Lo que vale cuesta. Si quieres a alguien, díselo. Un simple Te quiero es el mejor regalo que podemos realizar. Y recuerda que tienes muchos sinónimos, muchas maneras de decir lo mismo. Cuídate, rezo por ti, que te vaya bien, que Dios te bendiga, descansa, que te salga tu proyecto, que te vaya bonito… es precisamente y bellamente una traducción delicada, legítima, sagrada y santificada del anhelo más básico y sustentador de nuestra vida que quiere sencillamente decir: ¡Quiéreme!