Así es amigo, vivir es bueno. la vida es buena. En la naturaleza no existen ni el bien ni el mal , son categorías emocionales, etiquetas, por eso cada cual las interpreta y las pone a su disposición e intereses. Estamos divididos entre el bien y el mal. «Dios es bueno, el diablo es malo». He ahi el conflicto, antiguo, antiquisimo, insuperable. Dios no tiene que ser bueno ni el mal es el mal. Son creaciones, se crearon y son una creación de la mente, en este mundo polar y ahora ahí están, se quedaron, y cumplen su efecto de separación e ilusiones. ¿qué pasaría si me libero de esas dos categorías? y simplemente, LA VIDA ES BUENA, EL PLAN DE VIVIR ES BUENO, LA VIDA TRAE ALGO BUENO CADA DIA, SOY MEJOR CADA DÍA PORQUE VIVIR, EXISTIR ALIENTAN LO BUENO, LO MORAL, LO ÉTICO.
Desde luego hay gente mala, de malos instintos, de comportamientos malos, con ellos también hay que convivir, porque entre otras cosas, hay que pagar el hecho de existir, y dicho precio, no lo pago Jesús en la cruz, lo pagamos a cada instante, llevando la cruz de nuestros días, por estos días oscuros, caminando en este valle de lagrimas, que al parecer sin saber a donde ir ni cómo sobrevivir. Se trata de regresar a la bondad, regresar a la gratitud. Bondad y gratitud, dualidad inseparables. En el camino de la vida poner bondad en nuestra cabeza, bondad en nuestro corazón, bondad en nuestro cuerpo. Tratar, como se pueda, sin saber cómo es.
La vida es frágil, me puedo echar y no levantarme más, en todo lugar y sitio está la muerte y sus distintas caras: la enfermedad, la contrariedad, el conflicto. Acepto que la enfermedad es el camino, soy sano cuando tengo la oportunidad de vivir la bondad, cuando me doy cuenta que pese a todo lo que acontezca: soy grato, doy gracias, tengo un sitio donde no llega lo que perturba, donde el accidente me favorece. Desde luego no todo lo que nos pasa es por nuestro propio bien, sino que sucede para que yo pueda ver, la fragilidad, lo intemporal, la tragedia, el conflicto, el dolor y pueda me dar cuenta de la complejidad y la inocencia de vivir.
El misterio es el otro. No puedo vivir sin el otro. Sólo me consumo, como la vela que alumbra su soledad, porque no tiene otro camino. Sin el otro soy un desierto que mira las estrellas. Con el otro miro las estrellas y advierto lo desconocido. Estoy tranquilo y puedo verme tranquilo, eso es bueno. La tranquilidad es bondad y gratitud.