El derecho al voto hace pocos años, requería saber leer y escribir, aparte de ser mayor de edad.
En requisitos anteriores en muchos países, aparte del Ecuador, el votante tenía que tener un capital o un bien que lo obligaba a tener mayor cuidado (supuestamente) al momento de escoger a su representante.
Había, incluso, otras seguridades en el Congreso, tal cuál era el sistema bi-cameral. Por medio del cual la fogosidad de un joven diputado podía repensarse por personas de más edad y experiencia que formaban el Senado.
Los que sólo saben filosofar, muchas veces bajo el efecto de una nube de humo prodigiosa, impusieron el ballotage y cuando aquello ya funcionaba mal; Entraron al equipo: Iletrados, incautos, niños, maleantes, y en alguna manera especial los maleantes.
Los habitantes de Pueblo Pacoche, Perico-Ligero San Placido, Lago Molote, Pañacocha… ¿Tendrán entre sus justas aspiraciones salud, protección, escolaridad?
Para ellos, por culpa de los invasores, lo máximo es la llegada de un candidato. Esa noche mientas el habla pendejadas; reciben sándwiches y guarapo… Tal vez cerveza y llaveritos untados de muchas promesas irrealizables. Pero fiesta si habrá, las damas y los hombres se pondrán sus tacos altos y mejores vestidos para farrear, dejándose llevar por la demagogia “ponme tu voto que me quiero cuadrar”.
A estos no les interesa la “balanza de pagos” y entienden lo de las masas monetarias como el que durmió en las clases que se daban en un idioma de extraterrestres.
Algunos “banqueros” porque con su jubilación la única capacidad de distracción es sentarse en los “bancos” (si es en un Centro Comercial mejor, por el aire acondicionado) y contarse cuentos de sus extraordinarias conquistas, cambiantes día por día.
Vienen chicas guapísimas a vendernos una propiedad horizontal para los prontos restos y nos hablan de lindas vistas, café y rosquitas ¡Por el amor a Dios! ¿Qué importa?
Los chévere maraquitos que botan de sus puestos a los viejos (que casi nunca votan) para reemplazaros por jóvenes teóricos; los adjetivan de ancianos, vejestorios, fastidios… Mientras están caminando por la misma ruta.
¿Para y por qué luchamos? Por ustedes y nuestra descendencia, por las lecciones aprendidas en la universidad de la vida.
El placer que se siente al caminar por primera vez, superado por el triciclo, nos da gozo por ser el primer sentimiento de libertad, de trasladarse según les guste. Sin embargo, ahora les quitan la libertad de saber, de pensar, de opinar; ellos, quienes son nuestros empleados y que usan nuestra fortuna para pavonearse.
Sepan algo: Roban lo nuestro y lo que les pertenecería a dos generaciones venideras más.
Nuestra economía se llama “tapa hueco”. Presta para pagar lo prestado y vende el alma al diablo.
Hay algunos Quijotes que continuaran en la lucha y seguiremos asqueados de los-y-las incapaces que mandan regocijados a comer mierda a sus jefes, mientras se construyen palacios y dan libertad a su promiscuidad; o al deterioro total de la moral.