21 noviembre, 2024

Optimismo

Luego de haber leído durante estos últimos días de diciembre noticias nacionales e internacionales perturbadoras, que deprimirían hasta al más positivo de los soñadores, y sin el más mínimo ánimo de venderles ilusiones, considero importante arrancar este nuevo año escribiendo unas cuantas líneas dedicadas a alentarlos a empujar el carro de la prosperidad y el éxito en un mismo sentido.

Este nuevo tiempo que nos toca enfrentar estará lleno de situaciones complejas y delicadas, desigualdades sociales marcadas, alto nivel de desempleo, conflictos políticos, campaña preelectoral llena de ofertas con y sin fundamento, más enmiendas constitucionales, situación económica crítica. Son hechos que sin duda dispararán nuestra creatividad a su máxima expresión, para dentro de la complejidad de los problemas encontrar oportunidades para salir airosos y bien librados de estos.

Los invito a ser optimistas, a confiar y creer que todo tiene arreglo; solo depende que nos propongamos hacerlo y enfrentarlo con esfuerzo y dedicación.

No hay oportunidad para la duda o la mediocridad, seamos excelentes y determinantes en lo que hagamos y queramos.

Meditemos qué es lo que queremos para nosotros, nuestra familia y nuestro país. Hagamos conciencia y recapacitemos; que las decisiones que tomemos sean las adecuadas, para no hipotecar nuestro futuro con nuevos desaciertos.

Creamos en nuestras capacidades y en lo que con estas podemos lograr. Declaremos un año de cambios para bien, para construir, para ser exitosos, para con energía reclamar ahora por un futuro prometedor.

Optimismo es un vocablo que tiene su origen en el latín ‘optimum’, que significa «lo mejor», y esa debería ser nuestra actitud para este recién nacido año. Busquemos lo mejor para nosotros, para la familia, para la sociedad, para nuestro país.

Por mi parte así empiezo este año, lleno de desafíos y retos, con optimismo, decidida y definida a buscar lo mejor. Este es mi compromiso para un bienvenido 2016.

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A ratos, nuestras vidas; un tanto confundidas, se aferran a cierto tipo de fantasías y supersticiones, propias del incansable trajinar por lograr días mejores, lo cual nos permite anhelar lo que creemos que por ley nos pertenece. Esto es, una vida mejor, una vida llena de prosperidad, que a la gran mayoría de ecuatorianos les permita incluso ya no tener que ir a la tienda del barrio a solicitarle al vecino, dueño de la misma, les fíe cierta cantidad de alimentos, hasta que llegue la quincena o el fin de mes, para así poder “parar la olla”, para que nuestros hijos tengan algo que comer para ese día, aunque lo que se venga luego, aquello será resuelto en su momento, pues no hay capacidad para más.

Son muchas las circunstancias envolventes un 31 de diciembre a las 12 de la media noche, son muchos los sueños y esperanzas que nos mueve a convencernos que comiendo las 12 uvas, saliendo a pasear por la cuadra del barrio con equipaje al hombro, quemando un muñeco y haciéndolo tronar hasta más no poder, besando y apretando hacia nuestro corazón el retrato de la novia o el novio, etc, es aquello, más o menos, asegurar una mejor alternativa para el año venidero.

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