23 noviembre, 2024

Camino a casa

En algún momento, es bueno regresar. Tomar un avión de vuelta a casa para reír con los amigos de siempre. Contemplar los paisajes que desde niña conocí y saborear la cocina de mi bisabuela. Advertir con la piel ardiente cómo odiaba el calor y el pelo sudado. El bolón sí que lo amaba. Y el moro de lenteja. Y el ceviche.

Escuchar a la gente, extraña o familiar, gente que articula y usa el mismo vocabulario que yo. Escucharla y afirmar por dentro: “Finalmente estoy en casa”. Ya sea que esté lejos o cerca geográficamente, el lenguaje es mi patria.

¿Dónde está el hogar? ¿En la familia, en los amigos? Hay circunstancias de la vida en las que toca partir y no te puedes llevar a la familia ni a los amigos. A raíz de lo vivido concluyo que mi hogar es donde yo soy. Y donde yo soy hay un propósito y una rutina; me siento capaz y cómoda. Puedo leer y escribir y acompañarme. En mi hogar hay cariño y amistad.

Para regresar hay que ser valiente. Muchas cosas han cambiado, mas la comida sabe igual. Las calles se han modernizado. Los amigos han crecido pero la amistad no ha envejecido. Mi bisabuela está más arrugadita y encogida; hay en su voz una sospecha de muerte pero me hago la sorda. En mi tierra donde reposan mis memorias más alegres y vívidas la gente también sufre, y mucho. Mi sueño de patria próspera es sólo eso, un sueño…

A la medianoche gobernaba el estruendoso estallido de los fuegos artificiales (que me asustan) y el incendio de los años viejos (que también me asustan). Y allí permanecí, de puntillas junto al miedo, aprendiendo a ser valiente.

En soledad lloré con el corazón apretado; las lágrimas caían pocas pero caían gordas. El cuerpo me lo pedía. ¡Y cómo reímos! Carcajadas a toda hora y en todo lugar. El espíritu se desinhibe al roce de cierta compañía y nada se vuelve más importante que arrancarle humor a las palabras y los recuerdos.

Hay lugares y personas que siempre habitarán mi memoria. Desde el retiro de mi mente tiendo a divagar entre el pasado y el futuro. La razón me exige respuestas. Recuerdo que lo opuesto de la fe no es la duda, es la certidumbre. Mi anhelo es la fe.

Cierro los ojos, revuelvo mis dedos esperanzada y saco de mi cajita mágica una frase que dice:

No siempre necesitas un plan.
A veces sólo necesitas respirar, confiar, dejar ir y ver qué pasa…

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