Para Pablo y María, en recuerdo del instante único y maravilloso que, juntos, tuvimos la agradable suerte de convivir contigo Bobby… Mac
Llegaste… De repente… Simplemente apareciste… Era un día azaroso… No solo fastidiaba demasiado el calor. También el carro que, con sus 15 años de servicio, pedía ya tranquilidad y que dejen de atormentarlo, exigiéndole que rinda más. Tal vez, por eso, se paró en seco en esa esquina del barrio… De nuevo localizar al mecánico para que lo arrastre a su taller. Pero pasaba el tiempo y no aparecía. Y había tantas cosas qué hacer! La paciencia, que es una de mis cualidades, sentía que se esfumaba… Minuto a minuto. Y mientras me paseaba de un lado a otro en la vereda, sentí como que algo me enroscaba una pierna… Pequeñas uñas me arañaban… Pero no para hacerme daño… Más bien pidiéndome auxilio. Minutos después tenía entre mis manos un pequeño perrito.
No lo sentía por su peso, sino por su inquietud. Me miraba como queriendo hipnotizarme…Qué ojos tan vivos!, Tan brillantes… Su pelo corto, demasiado suave con colores que veteaban su cuerpecillo desde un café claro, casi dorado hasta uno oscuro, casi negro, entrelazados por amplias franjas blancas. Nadie supo decirme de quién era. Pero en mi preguntar una señorita aclaró mi inquietud. “Si no lo quiere, yo me lo llevo, démelo”. Pero, María, mi esposa, fue terminante, aunque igualmente cansada por la espera, “No!, se queda conmigo”. Luego, aunque al devolverlo a sus dueños, lo “perdimos” por un año lo recibimos, igual que en comienzos, de repente pero como obsequio de sus propietarios. Creían que con nosotros estaría muy bien… Al menos fue la opinión de la niña de quien era su engreído…
Desde entonces han transcurrido 9 inolvidables años. 9 años de felicidad mutua. Llenos de alegrías en cada momento del diario vivir. Y, por supuesto, con algunos enojos de por medio al educarlo, por su carácter muy individual y rebelde, que aceptaba que le adviertan pero no que le alcen la voz, que gustaba la comida pero de acuerdo a sus preferencias, y que, sin embargo, al terminar el día, pedía no dormir solo sino cerca, muy cerca de alguien de la familia. Pablo, María o yo. Era cuestión de turno… Cualquier espacio próximo al calor humano le venía de excelencia para su descanso. Sin embargo, hay que aclarar que todos los disgustos terminaban siempre en disculpas y de buenas migas. Con los huesos que recibía, mientras los comía, gruñía si sentía pisadas en su entorno. No le gustaba que le vieran comer. ¿Era el instinto de su especie que defendía sobrevivir, al creer, tal vez, que le quitarían su alimento? Pero, igual nos divertíamos viajando en el auto, caminando en el parque, corriendo en la playa… Y entiendo que Bobby, en su vanidad, gozaba con la frescura de oír cuando paseaba a la vista de los transeúntes, las voces que decían “qué bello, qué hermosa su piel”. Pero también cuando lo tocaban los niños y lo llamaban…Bobby!, Bobby! Ven a jugar… Y movía, entonces, la colita, como aceptando en la llamada, el juego de una nueva amistad…
Los momentos de angustia, aunque indeseables, también llegaron. Un irresponsable lo tocó con su carro al virar una esquina a mucha velocidad, y nos tuvo en carreras, con vendajes, calmantes y radiografías hasta arreglar la fisura del hueso mayor de su pierna derecha. Pronto, sin embargo, Bobby, dueño de una fortaleza impresionante, pese a su menuda talla, ya estaba caminando firme, sin ninguna seña del accidente… “Bobby! Bobby! Ven a jugar…”. La voz de los niños era frescura musical en sus oídos… Y, al abrazo de mis nietos, que casi lo apretujaban, respondía lamiéndoles el rostro… Risas muy espontáneas llenaban, entonces, el espacio en donde se divertían…
Pero… ,hoy, Bobby ya no está… El compañero que estaba a mi lado para desayunar juntos, que me advertía para comenzar o terminar cada día la jornada de trabajo y hasta me engañaba, haciéndome creer que estaba dormido, dejó de estar conmigo… Una enfermedad, sin diagnóstico serio, terminó con sus días… Al comenzar el año, desde el 7 de enero nos falta aquí… Cada espacio de la casa que lo hacía suyo en su andar, al dormir, al ladrar, al pedir su comida, al exigir su paseo diario parado puntualmente en la puerta está vaciado de contenido… Nuestra casa ha aumentado de tamaño en cada sitio… Desde un rinconcito, con tus cenizas en una canastilla, nos recuerdas los maravillosos años de tu vivir con nosotros, henchidos de amor y aprendizajes. Pero, para mí, tu mirada tan llena de vida sigue iluminando nuestro hogar… GRACIAS BOBBY POR TU COMPAÑÍA!
Lamento mucho su perdida; es el precio del amor, que los valientes y generosos de corazon aceptan de antemano, al recibir a un angelito de cuatro patas; aun a sabiendas del dolor de una partida siempre prematura, que ineludiblemente se aproxima.
Solo el tiempo pondra una sonrisa en su recuerdo.
Maravilloso homenaje a la amistad. Tu sentimiento es compartido por quienes hemos tenido la dicha de disfrutar de la compañía de un amigo de cuatro patas. El mío se llamaba Negro, fue mi compañero por 15 años. Murió en 1980 y su recuerdo aún está fresco en mi memoria. Un abrazo Marco.
Querido Marco,en este camino de vida todo es un aprendizaje, comprendo su pena la he vivido, y nunca olvidare que reflexionaba en soledad una noche en la playa y en silencio casi total la lealtad de estos animales que nos dicen que son irracionales, pero tienen mucho mayor raciocinio y lealtad que los que se dicen son seres humanos, increible,estos seres que nos acompañan nos hacen vibrar y equilibrarnos en forma correcta, nos hacen vibrar al ritmo del corazon. Mire al firmamento en una noche despejada y este seguro ese ser que extraña esta de regreso a su origen el polvo de estrellas y lo esperara para recibirlo ese dia que no sabemos cual es, pero es el encuentro final en este nivel vibratorio, crealo, lo esta cuidando desde esa gran boveda celestial que es el Universo.