Dicen que después de haber demostrado que el zapatito de cristal era de ella, ahora dicen que fue su celular, Cenicienta se casó con el príncipe, tuvieron muchos hijos y fueron muy felices.
¿Habrá sido así?, es posible que no. El príncipe, educado para ser rey dentro de las estricteces de la corte, habrá encontrado difícil ajustarse a una chica, muy bonita por cierto, y que cantaba a los pajaritos, pero que era profundamente ignorante al haber sido aislada de todo conocimiento y refinamiento social por su malvada madrastra. ¿Cómo una chica tan simple se podría adaptar a las complejidades de una corte real? Tal vez al príncipe le habría ido mejor casándose con una de las hermanastras, feas pero para futuras reinas hay cirugía estética, con quien habría empatado mejor como pareja. Y la madrastra, con sentido patrio, lo impulsaba.
Esa historia es solamente una introducción para tratar algo que ocurre a los empresarios ecuatorianos. Viven, trabajan y hacen dinero en el Ecuador, pero se quejan permanentemente de que el Ecuador no es como Finlandia o como el Canadá. Se olvidan de los negocios que hacen por los buenos contactos que tienen, forjados desde la escuela, que allá no tendrían; se olvidan de que la falta de regulaciones estrictas muchas veces da apertura a la creatividad; viven en un mundo de oportunidades aún no explotadas, allá hasta para respirar hay competencia; viven con un clima agradable, en un entorno conocido, donde son respetados y tomados en cuenta. En esos países por los que suspiran no existen esas relaciones personales tan profundas, te regulan hasta la corbata y en muchos de ellos el clima es una abominación.
Esos empresarios quisquillosos no reconocen la suerte que tienen de haber nacido y vivir donde viven, aquí en el Ecuador, y “quisquillan”, aunque eso no sea una palabra, de todo. Con su quisquillar no van a cambiar nada, simplemente generarán una úlcera que los acompañará hasta la muerte.
Por un tiempo fui Secretario para la Producción en el Gobierno de Gustavo Noboa, y cuando me reunía con empresarios y preguntaba, “¿qué quisieran de parte del Gobierno?”, todos decían: “reglas claras y seguridad jurídica”. Eso, queridos amigos no existe en los países tercermundistas como el Ecuador, y existe a medias en países ricos, como lo comprobamos todo los días en los periódicos. La corrupción de las estructuras estatales se da en todas partes. Esos países no son tan bonitos como los pintan. Si queremos que Ecuador tenga reglas claras y seguridad jurídica, preguntémonos, “¿qué estoy haciendo para que sea así?, o soy uno de los que se benefician con falta de claridad y de seguridad, y se aprovechan de ella.
Yo viví fuera muchos años en el Canadá y en los Estados Unidos. Son sociedades que admiro profundamente. En 1980 decidí regresar a un Ecuador, bastante primitivo por cierto, ante la incomprensión de amigos y parientes. Y aquí estoy y aquí me quedaré. Los que queremos quedarnos en el Ecuador tenemos que aprender a vivir sin reglas claras y sin seguridad jurídica, como hemos vivido desde siempre, y no nos ha ido tan mal. Sin aprovecharnos de ellas. Haciendo país con nuestro esfuerzo y nuestra inventiva, no con nuestra viveza criolla.
A los que no les guste que se vayan a Finlandia o el Canadá, donde todo sí funciona y son países hermosísimos.
Qué buen artículo !!!!