Vivimos la falsa percepción de una realidad que se basa en nuestra auto otorgada convicción de inmortalidad.
Tenemos la ilusoria convicción de sentirnos infinitos.
Creemos que un hecho tan inevitable como la muerte, solo es una circunstancia que le afecta a los demás y no a nosotros.
Si pensamos con sentido común; un principio tan universal como la muerte, solo puede ser de positivo beneficio para todos.
La misma nos evidencia el cese de la vida entre los vivos y la terminación de un ciclo en la materia.
Lo cierto es que la vida y la muerte son principios eternos que están presentes desde todos los tiempos.
La vida y la muerte son cambios de estado en nuestro funcionamiento de energía.
Todo lo que se encuentra en el universo en forma animada o inanimada, está compuesto en su esencia por los mismos cuatro elementos básicos.
Todo lo creado es una mezcla de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno.
A través de los descubrimientos que se han efectuado a través de la historia, se han roto mitos que han sido creídos cómo inamovibles por la ignorancia del hombre.
Antes se afirmaba que descendíamos del mono.
Con el descubrimiento del genoma, ahora sabemos que solo tenemos el 17 % de componentes comunes en la cadena cíclica con los monos.
Ahora se sabe que el genoma humano comparado con el de la mosca, es casi idéntico y compatible en el 93% de su totalidad.
Así las cosas; podríamos decir que somos más parientes de las moscas que de los monos.
Aquí entra en el juego de nuestro sistema comprensivo para tratar de entender la maravillosa creación del universo, un componente primordial: El átomo.
Todas las cosas están compuestas por átomos.
Lo único especial de cada uno de los átomos que te componen; es que te componen.
Lo que es diferente para cada uno y nos da nuestra individualidad dentro del infinito universo, radica en la disposición personal de sus elementos básicos en la cadena del ADN.
Los átomos están en todas partes; lo forman todo.
Mira a tú alrededor.
Todos son átomos.
No solo están en los objetos sólidos como las paredes, las mesas y los muebles, sino también en el aire que hay entre ellos.
Son tantos y tan numerosos, que están dentro de todo lo existente en cantidades que resultan verdaderamente inconcebibles de conceptualizar para nuestra limitada capacidad de simbolización.
La disposición operativa funcional de los átomos está constituida por la molécula.
Una molécula es simplemente el conjunto de dos o más átomos, trabajando juntos en una disposición estable.
Los átomos son altamente duraderos.
Cada uno de los que tú tienes, ha pasado por ser parte de varias estrellas y ha sido un componente activo de millones de organismos que existieron antes que ti, en el camino que ha recorrido hasta llegar a ser lo tú ahora eres.
Nos reciclamos con tal vigor cuando morimos, que un número muy significativo de nuestros átomos (más de mil billones de cada uno de nosotros) probablemente le pertenecieron alguna vez a Buda, Alejandro el grande etc.
Conceptualizados químicamente de esta manera; todos somos reencarnaciones, efímeras.
Cuando nos venga la muerte, nuestros átomos se separarán de nosotros para irse a buscar nuevos destinos en otros lugares, como ser parte de una hoja o ser el componente activo de otro ser humano diferente.
En la actualidad se ha demostrado con el descubrimiento del acelerador de protones, la existencia de lo que se ha denominado la partícula de dios.
Este descubrimiento nos demuestra que todo lo existente viene de lo inexistente.
El todo proviene de la nada.
La antimateria crea la materia.
Antes de que exista todo; había la nada.
Lo que ahora existe, vino de la nada.
Otra cosa que cambia con estos descubrimientos, es la conceptualización del tiempo.
Se ha probado que el mismo nunca existió y solo es un invento humano para ordenar a la experiencia.
¿Cómo entender que lo creado viene de lo no creado?
¿Cómo comprender que la materia proviene de la antimateria?
Trataré de explicárselos con un ejemplo sencillo.
Supongamos que estoy parado con una pala en medio del desierto.
Por donde quiera que mire solo existe arena; todo está desolado, no se encuentra nada.
Frente a mí no hay nada; lo único que existe es la nada que se ve en todas partes.
Supongamos que se me ocurra crear un montículo de quince metros de altura.
En la realidad ese montículo no existe y solo es una idea que se da en mi mente.
Una vez que me decido; cojo la pala que tengo en mi mano y comienzo a cavar; entonces suceden dos cosas.
La primera es que comienza a acumularse la arena donde antes no existía.
La segunda es que se comienza a hacer un hueco donde antes solo había arena.
Entonces saco y saco tierra y más tierra, hasta acumular tanta tierra que después de varias horas de hacer lo mismo, termino teniendo frente a mí a un montículo de arena que mide quince metros.
El montículo nació de la nada que ocupaba el mismo espacio donde ahora está el hueco vacío.
Este mismo esquema conceptual nos sirve para entender el principio básico de la creación de la materia por la antimateria, con el descubrimiento de la partícula de dios.
Estos conceptos que escribo no tienen un significado religioso, ni están llamados a negar o afirmar la existencia de la idea con la que uno quiera imaginarse a su Dios.
Cuando acabé de hacer el montículo de quince metros, fui yo el que decidió crearlo donde antes no existía.
Sea como sea o de la manera que se quiera comprenderlo, estamos compuestos por átomos que son parte inagotable de una energía de un universo en constante evolución.
Por eso podemos suponer con bastante claridad, que existíamos aún desde antes de existir…
TAMPOCO MORIMOS, SOLO NOS TRANSFORMAMOS CUANDO NOS REINTEGRAMOS AL ECO-SISTEMA.