La amistad es un vínculo que nos proporciona la posibilidad de compartir; exige dedicación, implica tiempo y cuidados. Es un sentimiento que debe ser mutuo, que necesita reciprocidad, requiere esfuerzo y sacrificio, al menos de dos partes. En la amistad hay que mostrar cariño e interés…así es la amistad entre los seres humanos.
Pero, ¿a quién debemos llamar “amigo”?
Si hablamos de Jesús, el concepto de amistad da un giro. Jesús llama “amigo” a quienes aparentemente no lo son. Nos llama “amigos” a todos.
Así está escrito en Juan15, 13-15: “No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y son ustedes mis amigos si cumplen lo que les mando. Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi padre.”
“¡Amigos!”, es la delicada manera que Jesús tiene para tratarnos, para hacernos entender el valor y la grandeza de esa “cercanía”; pese a que de parte nuestra no hay siempre la medida de la reciprocidad.
No nos quedemos en lo fácil, también es la delicada manera de hacernos conocer un compromiso y una exigencia superior.
“Buscas la compañía de amigos que con su conversación y su afecto, con su trato, te hacen más llevadero el destierro de este mundo…, aunque los amigos a veces traicionan.-No me parece mal.
Pero… ¿cómo no frecuentas cada día con mayor intensidad la compañía, la conversación con el Gran Amigo, que nunca traiciona?” (Camino 88)
La verdadera amistad es la que viene de Dios, nos une a Dios y nos mantiene en Él. Por eso en este “destierro”, como llama San Josemaría al mundo, deberíamos usar la palabra “amigo” con cautela.
Vamos en el sentido opuesto, llamando “amigo”, a todo el que aparezca en lo mundano, por lo agradable, lo divertido o lo solidario que aparente ser; sin tener conciencia del profundo valor y significado de esta palabra, en cuanto a que de Dios viene y a Dios debe regresar, olvidando esto: “…y son ustedes mis amigos si cumplen lo que les mando…
Ese sentido contrario en el que podríamos estar llevando la vida, quedarán sus secuelas lamentables.
Quien busca a Dios primero, al origen de todo lo que existe, y hace lo que Él le pide, cultivará la amistad sincera por donde quiera que vaya.