21 noviembre, 2024

El nuevo Ecuador

Cuando hablamos del futuro de nuestro país, muchas veces nos dejamos cegar por el corto plazo: el precio del petróleo, las lluvias, el panorama electoral, ese crimen espantoso.  Nos fijamos en lo escandaloso, en lo no favorable, que es generalmente lo que publican los medios de comunicación, y terminamos concluyendo que nuestro país tiene un futuro poco prometedor lo que puede llevarnos a aconsejar a nuestros hijos a buscar su futuro en el extranjero.

Nos equivocamos. No damos importancia suficiente al único factor realmente importante en el desarrollo social y económico de un país: su gente. Desde ese punto de vista el Ecuador ha tenido y sigue teniendo un rápido cambio para mejor, CON más oportunidades, mayor generación de riqueza. Ello es así porque hasta hace pocas décadas los que contribuían significativamente a ese desarrollo social y económico eran una minoría de la población, la gran mayoría vivía aislada, con poca educación, pocas oportunidades de trabajo y una visión limitada a su entorno inmediato.

Observemos el Ecuador de hoy.

El cambio más importante ha sido la incorporación de la mujer al trabajo productivo fuera del hogar. Antes la vida de la gran mayoría era la esclavitud en el hogar, a las órdenes del marido, haciendo trabajos muy por debajo de su capacidad intelectual. Hoy las chicas jóvenes tienen como objetivo una capacitación profesional y una vida de trabajo, compartiendo con su esposo las labores del hogar y la educación de los hijos. La creciente incorporación de la mujer a la vida productiva quiere decir que la fuerza de trabajo del Ecuador se habrá duplicado.

El otro enorme cambio ha sido el movimiento del campo a las ciudades. En el campo sin educación y sin salud las vidas se desperdiciaban en ambientes bucólicos, pero desesperanzadores, que los poetas tanto alaban. Hoy mucha de esa gente se ha incorporado a las ciudades, al principio en condiciones miserables, pero, poco a poco, a base de esfuerzo y lágrimas, mejorando su condición económica. Esa mejora le ha permitido dar a sus hijos una mejor educación. Quedan cada día menos ecuatorianos en villorrios abandonados y en las ásperas laderas de los volcanes, rodeados de amplias proles de futuro incierto.

La calidad de la educación ha mejorado rápidamente, tiene el complemento de la tecnología, accesible cada vez más para más y más ecuatorianos. La visión antes limitada a lo que decía el patrón y el vecino hoy se ha abierto al mundo, gracias al internet y a que muchos ecuatorianos tienen parientes en el exterior y saben cómo se vive allá, sobre todo saben los derechos humanos en esas otras sociedades y los quieren también aquí.

Si observamos ese Ecuador de décadas atrás, con la mujer limitada al hogar, la  mayoría en el campo en trabajos que no permitían su desarrollo intelectual y la inmensa mejoría de la educación concluiremos que estamos observando dos países radicalmente diferentes. La política, aquí como en muchas otras partes del mundo, se ha quedado atrás en ese cambio, sigue siendo la de siempre, sustentada en el insulto y en el monólogo. No durará mucho, los jóvenes educados la cambiaran al preferir otras alternativas.

Algunos de edad avanzada o de mentalidad congelada ven este nuevo Ecuador con tristeza, porque el país que conocieron de niños y del que les hablaban sus padres y sus abuelos ya es otro, en el que hay una competencia que antes no había y en el que el color de la piel y el origen familiar han dejado de ser importantes. La vasta mayoría de la población:  la mujer en la empresa, el campesino en la fábrica, el estudiante con una beca en extranjero, los jóvenes  que hacen mayoría, ve el nuevo Ecuador en forma muy diferente, ven oportunidades donde otros acarician nostalgias. Hay una brecha insalvable entre los que miran adelante y los que miran atrás. Hablan de países diferentes. Tenemos que mirar el futuro con un optimismo, y quedarnos aquí, más aún cuando observamos las dificultades y problemas que están surgiendo en esos países a los que algunos motivan a sus hijos a emigrar.        

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Una dama pasará un largo tiempo revisando la misma marca de champú en sus diferentes tipos y pedirá asesoría “técnica”, terminará comprando el más chico para probar. Mientras, en otra zona el hombre recalentará su cerebro buscando la crema de pelo que hará que las féminas se le abalancen, o caigan de espaldas al verlo.

Sin embargo, para elegir quien será bueno para administrar su vida votará por quién miente más, sin investigar su pasado o la factibilidad de lo que ofrece.

La crisis de honorabilidad que viene apoderándose de casi todas las organizaciones políticas de nuestro país, es culpa nuestra. Y aun cuando constatamos que han demostrado incapacidad de pundonor para gobernar nuestra nación, no gastan su tiempo estudiándolos.

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