3 diciembre, 2024

Trump y Correa…estructuralmente opuestos, increíblemente similares.

La campaña presidencial estadounidense sigue dando material para analizar y escribir sobre lo irracional que puede ser el comportamiento de políticos extremistas y  de ciertas masas, cuando su ira, odio, o fanatismo se convierten en el eje de su visión del resto del mundo.

Pero en este escrito  no voy a dedicar líneas a analizar el comportamiento de la extrema derecha estadounidense y de la inexplicable conducta de sus seguidores. Lo que me ha motivado en esta ocasión, es destacar las similitudes entre el comportamiento de un candidato y uno de los hombres más ricos del mundo y sus admiradores, y la de un simple Presidente de un pequeño país del tercer mundo y la de sus incondicionales.

Donald Trump y Rafael Correa, vienen de mundos diametralmente opuestos. La estabilidad del matrimonio de sus padres, la opulencia, el éxito empresarial, el uso del sistema económico a su favor y su admiración ideológica de los principios de la derecha recalcitrante definen claramente la vida y el estilo de Trump. La inestabilidad familiar, las necesidades económicas, una sencilla vida de profesor universitario, el aprovechamiento de las condiciones políticas y la afiliación ideológica a una izquierda antiprogresista definen, por otro lado, la vida y comportamiento de Correa.

A pesar de estos antecedentes, claramente contrapuestos, sus comportamientos públicos y los hechos que los definen como ciudadanos y políticos tienen características de conducta tan similares como reprochables.

La prepotencia, irracionalidad, el complejo de superioridad y las reacciones de bravucones de barrio  ante quienes consideran sus rivales o detractores, son la estructura de sus actuaciones en público. A los dos no les importa eliminar a sus adversarios violentando desvergonzadamente los derechos humanos de quienes aborrecen. Tanto Trump como Correa, consideran que son los salvadores de su patria, diseñadas e idealizadas por sus egos para servir de pedestal de su inmortalidad personal y aspiraciones políticas. Los dos sufren de una desmesurada auto imagen de grandeza y superioridad que los aleja de la realidad, que se alimenta del poder y del inexplicable comportamiento de sus victimas adeptas. Los dos han sabido aprovechar de una u otra manera las diferencias, el resentimiento, la ira, el fanatismo, el divisionismo, para alimentar y mantener su propio circo.

Trump tiene el poder que le genera su inmensa riqueza e importantes contactos, para independientemente pavimentar su vía al más poderoso cargo político sobre la tierra. Las pocas deficiencias que presenta la democracia estadounidense han sido abusadas por el poder económico de ese país y han secuestrado el comportamiento de políticos corruptos que han cedido ante el poder del lobby y el dinero de las corporaciones y de una pequeña población de multimillonarios.  Correa, por su lado,  tiene el poder político y el manejo a su antojo de un dinero que no es suyo, que lo utiliza con la misma intención que Trump…y es comprar su vía al ejercicio del poder político. La diferencia es que Trump lo usa de sus cuentas personales, Correa lo usa del erario nacional mediante una continua campaña publicitaria y sus habituales sabatinas.

A pesar de las odiosas similitudes que hacen comparables a estos dos políticos, sabemos que a Correa le importa un pepino la democracia, no le interesa respetar a la Constitución de su país, menosprecia y atenta contra las instituciones que no puede manejar a su antojo, sueña con perpetuarse en el poder con sus acólitos. Trump, en su miseria, jamás se atrevería a irrespetar la Constitución de su país o atentar contra la independencia de poderes y la estructura de la democracia, jamás caería en la tentación de perpetuarse en el poder y menos aún de intentar eliminar a la prensa, que mayoritariamente no oculta su disgusto y antipatía por el controvertido candidato.

Como podemos apreciar, hasta en las desagradables similitudes de Trump y Correa podemos encontrar sustanciales diferencias que irremediablemente nos obligan a concluir…lo que queramos concluir.

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