21 noviembre, 2024

El fin de la franquicia Chavista

El referéndum en Bolivia del domingo pasado, cuyos escrutinios duraron más de lo previsto, y mantuvieron en ascuas a todo un país así como a la opinión pública internacional, nos retrotrajeron a escenas análogas de la política venezolana, aun frescas en nuestros recuerdos, como  por ejemplo, que se trata de la primera derrota electoral de Evo Morales, similar a la que sufrió Chávez en la consulta del 2007, que fue también su primer fracaso electoral, y  con propósitos idénticos, el de ir a un tercer periodo presidencial reformando la Constitución

La victoria del No por unos ocho puntos de diferencia sobre el Si, dejó claro, entre otras cosas, que el pueblo boliviano no desea que Evo Morales se presente por cuarta vez consecutiva, como candidato, a las elecciones presidenciales del año 2019. Falta por ver si Evo también  podrá emular a Chávez y buscar una nueva consulta popular, no obstante lo ocurrido, para tratar de torcer la voluntad popular, como ocurrió en Venezuela un año y medio después en el 2009.
Pero mientras aquí Venezuela se consolidaba un proyecto político con miras  a largo plazo, en Bolivia se puso punto final, con aquellos resultados, a todo un ciclo de ese proceso en América Latina. Un ciclo más o menos, de más de una década, que tiene como año clave el 2006 cuando se produjo el lanzamiento oficial de eso que podemos denominar la “franquicia de Chávez” y cuyo principal componente, el distintivo, es lo que en artículos anteriores hemos descrito y bautizado como la “Receta electoral de Chávez”.

En efecto, si hacemos un poco de memoria, recordaremos que fue en ese año cuando Chávez, ya consolidado en el poder, es reelecto presidente, su segundo mandato bajo la égida de la Constitución de 1999, e igualmente el año en que se expande por Sur América la “franquicia chavista”, al ganar Evo Morales y Rafael Correa sus primeras elecciones presidenciales en Bolivia y Ecuador, respectivamente.

La franquicia no pudo entrar en el Perú porque para el 2006 Alan García ganaba la presidencia y antes de él, Alejandro Toledo, con todo y que reanduvo el camino del Inca, para  ofrendar su presidencia a las deidades andinas, a la Pachamana, allá en lo más alto del Machu Picchu, ceremonial que copiaría Evo Morales años más tarde, nunca  llegó a congeniar con Chávez, a quien manifestó su desagrado por el apoyo que éste le dio a Ollanta Humala durante la campaña electoral del 2006. Y aunque Ollanta gana en el 2011 la presidencia del Perú, ya es muy tarde; además, Humala por razones que escapan a este artículo prefirió  distanciarse de Chávez.

Algo parecido, aunque por motivos diferentes, ocurrió en Chile donde los gobiernos socialistas de Lagos y de Bachelet entre el 2000 y el 2010, jamás la usufructuaron. Sin embargo hay que estar pendientes pues en su segundo mandato, el actual, la señora Bachelet ya anunció una reforma constitucional importante, que debido a la baja en la popularidad de su gobierno, fue pospuesta, en principio, para el 2018.

Mientras tanto, en la Argentina y en el Brasil, aunque fue vista con muy buenos ojos, la franquicia no hacía falta pues ya había otras del mismo corte en pleno desarrollo. Aunque los beneficios colaterales por soportes ideológicos y materiales no fueron desaprovechados, sobre todo, por el gobierno de Cristina Fernández.

En Centroamérica, las condiciones eran más difíciles, sin embargo, se trató de exportar a Honduras; pero el intento de Manuel Zelaya en el 2009, para perpetuarse en el poder a través de un referéndum popular que aprobase la reelección, trajo como consecuencia su derrocamiento.

En Nicaragua donde la situación política de Daniel Ortega no era la mejor de cara a las elecciones del 2006, la franquicia de repente cobró vida, al ganar las elecciones con apenas un treinta y ocho por ciento de los votos. Varios de los mecanismos de la Receta incluida en la franquicia chavista fueron utilizados entonces por Daniel Ortega con éxito; basta recordar en tal sentido como el artículo 147 de la Constitución nicaragüense que le impedía la reelección en los comicios del 2011, fue hecho a un lado por la Corte Suprema de aquel país, contra toda lógica.

Eso, por supuesto, además del financiamiento de su gobierno y de su siguiente campaña que lo llevó a una amplia victoria en dicho año 2011.

El desarrollo de esta historia es bien conocido, la franquicia se consolidó en Bolivia y en Ecuador con sus mandatarios manipulando los textos constitucionales para perpetuarse en el poder, aun después de desaparecido Chávez, pero perdiendo fuerza sin el empuje de su creador. En el caso de Ortega se puede predecir que es difícil que vuelva a presentarse a las elecciones del 2017 con la limitante constitucional que ahora no podría ser malinterpretada nuevamente, salvo que sea modificada en su letra constitucional, si Ortega consigue los apoyos necesarios. La otra posibilidad es que si él no puede presentarse como candidato a ese proceso electoral, lo haga su esposa Rosario Murillo. Esta última. una modalidad de perpetuidad en el poder que ya se utilizó en la Argentina de los Kirchner y que Chávez nunca consideró por no necesitarla.

Si como se afirma, el final del chavismo está próximo en Venezuela, la derrota de Evo Morales en su consulta reciente al pueblo, tiene la importancia de que marca la desaparición o el fin de la “franquicia chavista” en el continente; aunque ¡ojo! la Receta Electoral de Chávez sigue ahí con derechos de autor de libre uso, para quien quiera copiarla.

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