Quienes hemos servido lealmente a la patria por largos años, a través de una profesión sacrificada como es la militar; estamos obligados como ciudadanos y como soldados en servicio pasivo a estar permanentemente atentos a conocer sobre la marcha de nuestra sagrada institución.
El Ecuador ha tenido unas Fuerzas Armadas patriotas y profesionales, con capacidad disuasiva, ligadas a su pueblo; su origen lo dice todo, no han sido de élites exclusivistas, tampoco represivas y menos corruptas. Los militares han estado vinculados a la suerte de su pueblo, por ello han sido admirados, queridos y respetados; han cumplido con fidelidad su deber en la paz y en la guerra, razón para que sean una de las instituciones de mayor prestigio del país.
La Constitución que nos rige, le da la potestad al Presidente de la República para que mediante la declaración del estado de excepción, movilice a las Fuerzas Armadas para que cumplan misiones indispensables para la seguridad nacional y que sean acordes con la formación, organización y equipamiento militar. Esta facultad presidencial tiene sus límites que deben ser respetados. Sin embargo, los militares están siendo utilizados, de manera permanente, en tareas que constitucional y legalmente no les corresponden, lo que los predispone a cometer graves errores y los obliga a descuidar sus misiones fundamentales.