21 noviembre, 2024

Little boy

Little Boy fue el nombre que se le dio a la bomba atómica lanzada sobre la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Cuando el Enola Gay, bombardero estadounidense  lanzó la bomba, se podría decir que “se acabó la guerra”; aunque la formalidad de la rendición del Imperio de Japón frente a los Aliados, fue el 15 del mismo mes y año. Por la acción de Little Boy, aproximadamente 140 mil personas murieron. Es decir, fue una masacre.

Hace  unos días, el viernes 4 de marzo, fueron asesinadas en  Aden, Yemen, cuatro monjas misioneras de la congregación Hermanas Misioneras de Caridad, fundada por la beata Madre Teresa de Calcuta. Un grupo de hombres, aparentemente extremistas musulmanes, entraron armados al hogar de ancianos y asesinaron a las cuatro monjas, a ocho ancianos, a otras personas discapacitadas, dos colaboradoras del albergue, un guardia y un chofer.

Ciento cuarenta mil  o más de doce, personas normalmente indefensas que  mueren víctimas del desequilibrio humano en un acto llamado masacre.

La masacre de Hiroshima o la masacre de Yemen, tal vez la última nos conmueva más, por tratarse de monjas cristianas que dedicaban su vida a servir a Cristo a través de sus semejantes necesitados, los más pobres de los pobres.

Aproximadamente diecinueve mil niños mueren al día en el mundo  por causas evitables, entre las principales, la desnutrición.

En China mueren aproximadamente trece millones de seres humanos, víctimas del aborto.

Centroamérica, Sudamérica y Sud África son los lugares del mundo donde se producen más muertes por violencia armada sin que haya guerras declaradas, cada año mueren más de 740000 personas; de estas muertes el 66 por ciento ocurren fuera de las zonas de guerra.

Pero de todas estas personas, nacidas o no, hay cuatro nombres que podremos recordar: Anselm, Reginette, Margarita y Judith, las nuevas mártires del milenio, tal como lo ha dicho el Papa Francisco. Quien además dijo que no solo son mártires por haber muerto en servicio de su devoción a Dios y sus semejantes, sino porque pese a su atroz muerte, sus ejemplares vidas han pretendido ser silenciadas por la indiferencia mediática.

No sé,  si llegase a explotar  una bomba como la de Hiroshima (más potente obviamente), ¿qué medio de comunicación quedaría en la Tierra para transmitir la noticia?

Tal vez un satélite extraterrestre reportaría el incidente, quizá diría “lamentable”, emitiendo la palabra al ritmo de un sonido robótico… sonido que se perdería lentamente en un planeta destruido, vagando hasta extinguirse dentro de esta  era global y muy estúpida.

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