Es muy común en estos tiempos la reacción inicial de negar todo ante un hecho que nos inculpa, situación que no justifico ni comparto.
Sin embargo, lo realmente peligroso es mantenerse en un estado continuo de negación absoluta ante la realidad, tratando de autoconvencerse de que no se tiene responsabilidad alguna ante lo sucedido o denunciado.
Ahora es habitual que cuando se denuncian hechos de corrupción la primera respuesta sea la rueda de prensa para en ciertos casos desmentir o en otros acabar con la moral de los denunciantes, descalificándolos e inculpando a todos, menos al denunciado.
A paso seguido se implementa toda una parafernalia de mercadeo y publicidad para destacar las loables acciones de quien ha sido injustamente señalado. Esto ha pasado en prácticamente todos los casos denunciados, tales como obras mal construidas, denuncias de sobreprecios, incumplimiento de contratos, estafas, entrega de coimas, ventas sin respaldo, transacciones sospechosas, hallazgo de droga en valija diplomática, videos comprometedores, entre otros tantos.
Es tiempo de abandonar ese estado de negación constante ante hechos tan deleznables que van en perjuicio directo del país, y en su lugar reconocer frontalmente lo ocurrido y aplicar todo el rigor de la ley sobre los responsables. Esa debería ser la vía para que las autoridades detengan el cometimiento de tales hechos delictivos y así logren disuadir a quienes estén pensando cometerlos.
Vivir en una burbuja donde todos quienes lo rodean tienen la tarea de convencer de que son lo mejor, que no pasa nada, que todo está bien, que ya pasará, que nadie más tiene la razón, que son dueños de la verdad, los llevará más temprano que tarde a desembocar en un estruendoso encuentro con los hechos que todos vemos, menos quienes decidieron abstraerse y actuar como avestruces, metiendo la cabeza bajo la tierra para huir del problema.
Báñense de valentía, coraje, verdad y honra, que caiga quien tenga que caer. Cero tolerancia a la corrupción y mano firme contra ella, debería ser el lema.
